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Julia Ruiz

La prostitución y el silencio cómplice

El debate entre aspirantes a presidir la Generalitat celebrado el pasado miércoles en TVE trascurrió por los cauces y argumentarios habituales aderezado con algún que otro zasca entretenido. No obstante, hubo algo que se salió del guión. En el bloque dedicado a las políticas de igualdad y violencia de género, el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, sorprendió con la propuesta/deseo de que la próxima legislatura fuera la de la erradicación de la prostitución. El comentario fue breve y como en ese momento el plano estaba cerrado, el rostro del resto de candidatos y candidatas no salió en antena de forma inmediata. Sin embargo, fue perceptible una especie de resoplido y un silencio que se intuía incómodo. En realidad, a nadie debería sorprender el comentario de Puig ya que el PSOE se ha posicionado abiertamente a favor de medidas para acabar con prostitución y la trata, al entenderlas ambas como una expresión más de la desigualdad, al tiempo que ha dejado medio embastada una ley que se mira en el espejo de aquellos países con legislaciones abolicionistas.

Ese mismo día, en un acto sobre igualdad en Torrent, el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, se refería esta triste realidad y expresaba su deseo de que, quizás no ya sus hijas, pero pronto habría una generación que vería inexplicable la prostitución.

En el debate televiso, Puig equiparó prostitución y esclavitud, pero ahí quedó el guante. El tema, desde luego, no es pacífico. Ni concita consensos en los partidos (ni en la izquierda ni en la derecha) ni en la sociedad, pero, a diferencia de otros temas también conflictivos, sobre la prostitución y la trata (dos caras de la misma moneda) persiste un silencio vergonzoso. Es mejor, deben coincidir los políticos y las políticas, dejarlo correr porque, desde el cálculo electoral, el tema es lo que en términos periodísticos podría considerarse un "charco". Más que perder que que ganar, deben pensar.

Hace unas semanas, la Federació de Dones Progressistes decidió situar el tema en la agenda y concedió uno de sus premios a Amelia Tiganus, una víctima de trata, que actualmente dedica su vida a desmitificar la prostitución y poner nombre a una cruel realidad de la que padecen miles y miles de mujeres y niñas en todo el planeta, un drama que en nada se parece al cuento de hadas de Pretty Woman que desgraciadamente vive en el imaginario colectivo de muchas personas.

«La prostitución, dice Tiganus, es que te penetren por todos los agujeros y te conviertan en un mero receptáculo de semen» . Tiganus, que explica de forma muy directa cómo no es necesario que te aten con cadenas a una cama para estar atrapada en la prostitución y que existe algo que se llama consentimiento viciado, levantó en pie al público durante su discurso. En la sala se encontraba Puig, a quien le tocaba presentar a una premiada después de Tiganus, y que se subió al escenario visiblemente descolocado.

Desconozco si el testimonio de esta mujer perduraba en su cabeza cuando el miércoles mentó la bicha en el debate, pero, a no ser que sigamos viviendo en la hipocresía más absoluta, sobran los motivos para hablar de ello, levantar el espeso manto del silencio y desenmarcarar los falsos mitos sobre, como dice Tiganus, «las esclavitud más antigua del mundo». Hablar de prostución es hablar de víctimas (en su mayoría mujeres y niñas), pero es también hablar de proxenetas, de quienes hacen negocio de la explotación sexual y de una sociedad que estima que es algo normal pagar por sexo. La Universidad Miguel Hernández de Elx hacía público recientemente un informe con datos sobre el consumo de prostitución y pornografía entre los universitarios valencianos bastante incompatible con ese deseo lanzado por Zapatero en Torrent de una sociedad libre de mujeres y niñas explotadas. Desde luego, lo que parece evidente es que ese camino, que implica un cambio profundo, nunca se transitará si por parte de la sociedad (dirigentes políticos, medios de comunicación, escuelas, familias, etc.) sólo existe silencio cómplice.

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