«¿Per qué la mesura arrases/

si no seré teu tampoc?/

'Sortiràs de dins el foc/

i entraràs a dins les brases'».

Miquel Dolç,1943

La causa de Europa es la causa de la paz. El punto inglés tricota contra el proyecto europeo. El Brexit, por el camino que decidan ingleses, será negativo para los intereses valencianos. Hacia 1870 viajaron los primeros envíos de naranjas de Alzira desde el puerto de València hacia Liverpool. Fueron las primeras naranjas que salieron en cajas y estibadas en barcos de vapor, hacia el principal mercado, en muchas décadas, para la producción hortofrutícola española—cebollas, tomates, melones-- hasta hoy. Con el asesoramiento de los franceses Fournier, el naviero Sagristà Coll, en colaboración con el consignatario Josep Aguirre i Matiol, de origen vasco y prócer de la Renaixença valenciana, emprendieron la aventura.

Temple court. Cien años después, en 1968, hice el mismo recorrido como primer y único corresponsal del semanario Valencia- fruits. En Liverpool estaba la sala de subastas más impresionante en un mercado de frutas. Con elevador para las muestras de mercancía, sillería de terciopelo y una inmensa claraboya que proporcionaba luz natural al hemiciclo. Con la factura solemne de un parlamento. Alfred Peackoc presidía emotivas sesiones necrológicas. Se recordaba a los socios desaparecidos mediante un panegírico de su trayectoria con ritual tradicional. En Temple Court, a un paso del mítico The Cavern, donde los Beatles comenzaron sus actuaciones y saltaron a la fama.

Al margen. El Brexit abre un interrogante sobre el futuro de Europa. Tiene sus orígenes en la concepción insular inglesa y se desata con la crisis económica de 2008, que todavía colea. El complejo de insularidad británico les lleva a achacar sus males a factores externos. El Reino Unido entró en las Comunidades Europeas tarde y a regañadientes. De hecho no perteneció nunca a la UE del todo, porque no aceptó las normas del club de Bruselas. Ni el sistema monetario, ni el euro, ni las directrices y contribuciones que marcaba la Comisión Europea. Demasiadas reservas en un proceso que no admite marcha atrás.

Insularidad. Jacques Attali, europeísta con raíces judías, en su Diccionario del Siglo XXI, preconizó la trascendencia de Gran Bretaña y de su capital, Londres, para la integridad europea. Para las finanzas y el equilibrio mundial. Advirtió de los titubeos británicos fruto de su memoria imperial que anhelan recuperar. Tienden a «aislarse para fomentar la nostalgia de una identidad». Les persigue la tentación de abandonarse en brazos de los EE.UU. Perverso refugio para preservar la especifidad anglosajona. Esta última opción, adoptada siempre con recelo, les lleva a transformarse en un Estado como los demás en la Unión Europea federal. Para Attali, no cabe duda de que aceptará esta condición y «será el último país que lo haga y sólo cuando esté completamente seguro de que no puede hacer fracasar el proyecto de la Unión Europea».

Malcrío. Europa no es una broma de quita y pon. Es difícil imaginar al Reino Unido aislado del continente, ni sicológica, ni comercial ni financieramente. La UE ha sido excesivamente condescendiente con Gran Bretaña y le ha permitido gozar de privilegios inconcebibles para otros socios. Ese excesivo consentimiento, junto a las convicciones ancestrales de los británicos, empecinados en su singularidad, han evolucionado hacia el malcrío. Y piensa que superará mejor en solitario sus dificultades que vinculado al proyecto europeo. Que aglutina y moviliza a más de 500 millones de ciudadanos y tiene 60 años de recorrido.

Fronteras. El votante del Brexit no ha imaginado la viabilidad del Reino Unido con fronteras en Irlanda y el Ulster, en Gibraltar -reconsiderado como colonia—y con el frente abierto de Escocia, donde sus habitantes aceptaron su permanencia en Gran Bretaña a condición de seguir en la UE. Por el Brexit el país del que más se habla en las instituciones comunitarias es el Reino Unido y la lengua, todavía oficial, más utilizada es el inglés. Cuando se sobrepasa la fecha límite -el 29 de marzo—para que Gran Bretaña abandone la Unión Europea, se ha concedido una nueva prórroga para la salida ordenada, hasta el 12 de mayo o el mes de octubre, si el Reino Unido participa en las elecciones al Europarlamento el 26 de mayo.

Dificultades. Hay tres fechas clave en la pertenencia fallida de Gran Bretaña al club europeo. La firma del Tratado de Roma por el que se constituyó la Comunidad Económica Europea en 1957, con ausencia británica. La incorporación del Reino Unido a la UE en 1973 refrendada por los ingleses en 1975. El fracaso de la Constitución para Europa, rechazada en referéndum por Francia y Holanda, en 2005. Las autoridades británicas brindaban y suspendían su consulta, cuyo resultado habría fulminado la Constitución Europea. Las interferencias británicas en la UE han sido constantes desde 1957. Mal augurio para Europa, España, la Comunitat Valenciana y Reino Unido.