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En voz alta

No es lo mismo voto indeciso que oculto

A falta de comprobar el efecto real del debate televisado de anoche y el de hoy, las encuestas publicadas hasta ahora y las que se publiquen desde esta jornada fuera de España siguiendo nuestra caduca legislación, apuntan a un triunfo socialista pero también a un significativo porcentaje de voto indeciso y oculto. Parece una obviedad pero hay que distinguir entre ambos y ojo al segundo por si da alguna sorpresa.

Aquí, en la Comunitat y aunque nunca lo confiese, es evidente que cuando Ximo Puig decidió adelantar las elecciones autonómicas lo hizo porque creía que la medida favorecía sus intereses partidistas. Es innegable que nuestro calendario electoral se singularizaba pero la duda era el grado de visibilidad que tendríamos a nivel nacional al coincidir con las Generales. Pasadas estas semanas y ya en la recta final de cara a la cita con las urnas, tengo la impresión que algo de protagonismo sí hemos ganado con este calendario que, por ejemplo, nos traerá entre el jueves y el viernes a València a todos los grandes líderes nacionales al cierre de campaña.

Otra cosa bien diferente es saber si eso nos servirá para algo porque soy de los que piensa que somos un pueblo «facilón», de esos dónde el político de turno, sea el que sea, viene de Madrid para no prometer nada o, lo que es peor, adquirir compromisos que luego no cumple, se le aplaude, vuelve a la capital y hasta la próxima.

Por eso, el domingo además de en las autonómicas, también nos jugamos mucho en las generales. Hasta ahora, los diputados y senadores valencianos de partidos nacionales -PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos- no han sabido hacer valer su peso específico en sus respectivos grupos parlamentarios pero los de Compromís tampoco.

Por todo esto, los valencianos pero también el resto de los españoles tenemos que pensarnos muy bien el voto ante las amenazas recentralizadoras. Con todos sus defectos y capacidad de mejora, es incuestionable que el actual modelo autonómico nos han permitido un enorme progreso. Además de reforzar las particularidades de cada comunidad, ha mejorado la gestión de nuestros intereses públicos, especialmente de los vinculados a los pilares del estado de bienestar gracias a un mayor conocimiento y sensibilidad por la proximidad en la toma de decisiones. Eso, lamentablemente, también está en juego el domingo.

Es cierto que, pasados estos 40 años, a España le hace falta una reforma constitucional y competencial, una mayor claridad en las funciones de cada administración y una modernización de las mismas. Paralelamente, un nuevo reparto más justo con unos renovados modelos de financiación para gobiernos central, autonómicos, provinciales y locales. También es cierto que hay que aprovechar la ocasión para, una vez puesto el contador a cero, evitar que esas administraciones periféricas sigan sin hacerse corresponsables de sus gastos para acabar con el permanente recurso al agravio, es decir, a presumir de protagonizar todas las inversiones y evitar responsabilidades sobre las carencias echándole la culpa a Madrid.

Por cierto, me cuenta una amiga que los candidatos populares al Senado -Fernando de Rosa, Rubén Moreno y Susana Camarero- tienen tan asumido que solo uno de ellos puede acceder al acta en la Cámara Alta que están maniobrando en privado para tener en las papeletas una cruz más que sus «enemigos» y compañeros de partido.

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