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Tribuna

El Canyamelar y las urnas

Muy pronto, ante las próximas elecciones municipales, coaliciones y partidos políticos de todos los colores volverán al Grau, al Canyamelar, al Cabanyal y al Cap de França cargados con vistosos catálogos de seductoras promesas y pondrán en práctica un ritual de cortejo más o menos ensayado para tratar de meter en su garlito el mayor número posible de votos de aquellos ciudadanos que aún creemos en la posibilidad de influir algo en la gobernanza de la cosa pública.

La diferencia entre los políticos en campaña y los pájaros cuando cortejan, es que éstos lo hacen cuando ya han llevado a cabo su obra mientras que aquellos solo prometen, sobre todo los que aspiran a obtener el poder o a retenerlo sin una buena hoja de servicios. Escuchémosles y hablemos?

Hay mucho que hacer en esos barrios y no se ha hecho aun prácticamente nada digno de mención. El Cabanyal es un barrio que requiere una intervención amplia y profunda a la vez y ello sin margen de error. Está en carne viva y con zonas ya necróticas por años de deliberada inacción municipal.

El Canyamelar, sin sufrir el estrés postraumático del Cabanyal, también padece su cuota de desidia y olvido por parte de la administración, por eso, ante esta nueva convocatoria electoral, alza su voz y exige la atención que merece de los poderes públicos.

Una de sus reivindicaciones, ni más ni menos importante que las de otra naturaleza que comparte con los barrios vecinos del Marítimo, es la de recuperar, a nivel oficial, su identidad exclusiva, es decir, volver a ser solo el Canyamelar.

Ello implica revertir, a nivel administrativo, la actual denominación «Cabanyal-Canyamelar» referida a un único barrio del distrito Poblats Marítims, volviendo a ser dos barrios: el Cabanyal y el Canyamelar, como siempre lo fueron hasta un infausto 22 de febrero de 1980 cuando el pleno de un Ayuntamiento presidido por el Sr. Pérez Casado (PSPV-PSOE) aprobó suprimir la identidad exclusiva del Canyamelar, unciéndolo indisolublemente desde ese día al Cabanyal. El colectivo vecinal «Canyamelar en marxa», principal propulsor de esa iniciativa, solicita de los candidatos de los partidos políticos y coaliciones electorales que concurren a estos comicios un compromiso inequívoco con esa reivindicación, por lo que todos aquellos vecinos y vecinas que propugnamos esa normalización administrativa prestaremos mucha atención a la inclusión de la misma en sus programas electorales, valorando positivamente a aquellos que la lleven a cabo. Su composición es transversal a nivel de sensibilidad política, por lo que a todos los partidos y coaliciones les afecta por igual su petición.

Esta reivindicación identitaria a muchos les puede parecer un tema menor y, si bien es cierto, como se ha apuntado, que la ruina física y social de un barrio es extremadamente lacerante a la autoestima colectiva de sus vecinos, como es el caso del Cabanyal, la lenta pero progresiva dilución del topónimo Canyamelar en favor del Cabanyal que el actual nomenclátor propicia hace temer su no muy lejana desaparición y eso no lo desea ningún vecino o natural del Canyamelar consciente de serlo. Sería genocidio cultural.

Hay que decir que la actual Junta de Gobierno municipal de Valencia ha hecho caso omiso a esa reivindicación en aquellas ocasiones en que se le ha notificado formalmente. Otro tanto ha ocurrido con la solicitud de información formulada por el Síndic de Greuges sobre ese silencio administrativo, lo que, de entrada, manifiesta cuál puede ser la respuesta de Compromís, PSPV-PSOE y València en Comú a esta cuestión. De los demás partidos que componen los grupos políticos municipales solo Ciudadanos ha manifestado públicamente su intención de respaldar la modificación administrativa. En política, paradójicamente, lo más estable es el cambio, por lo que nada es seguro, pero será bueno que los candidatos no olviden que el vecindario del Canyamelar tendrá muy en cuenta el compromiso que contraigan con la identidad de su barrio, obrando en consecuencia ante las urnas.

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