Es un momento histórico decisivo. El fascismo ya no disimula. El Partido Popular, hijo predilecto de la dictadura franquista, núcleo familiar de burgueses, opresores, tiranos, dogmáticos, sectarios y enemigos de tantos muertos en las cunetas, deviene una caricatura de la derecha. Las y los votantes del PP, con bigote o sin él, forman parte de una etapa añeja, casposa, carpetovetónica. Suavizan su discurso contra el proletariado, muestran una empatía forzada, intentan engañar con frases manidas, pero sus cuerpos, ay sus cuerpos, siguen rígidos, castrados y moribundos como su política privatizadora, aliada del capitalismo, el patriarcado y propia de especuladores. La suya es una lucha de clases caramelizada, pregonan para el pueblo aunque su ayer, igual que su hoy, gobierna contra el pueblo y a favor de sus paraísos fiscales. La derecha de siempre, ya saben: con bigote o sin bigote, pero derechita.

La otra derecha, la bigotuda, la cojonuda, es la derechona. Tiene su propia Vox, apela a la españolidad, la pureza de la raza, sirviéndose de ese imaginario colectivo cañí, trasnochado, dormido y que despiertan in extremis mediante discursos carentes de rigor científico y ética: el lobo feroz, la noche de los muertos vivientes, los fantasmas del más acá y el más allá, Nostradamus, profecías variopintas que asusten las vísceras de la España profunda, cateta, ignara, mediocre. Hay que ser muy burra y muy burro para creer -y no digamos digerir- panegíricos sin fundamentación, vacíos de argumentos, datos, criterio, fácilmente refutables si no fuera por el afán mediocre de escuchar nuestras propias miserias. Nos encanta proyectar en el otro nuestra podredumbre. Negar la violencia de género, exaltar la mili, levantar conspiraciones planetarias contra el país o demonizar al profesorado, por adoctrinar, no dejan de ser indicadores de un desorden mental profundo. Un voto a un perturbado, en fin.

Luego hay ciudadanos sin lenguaje inclusivo. Las ciudadanas ni están ni las esperan. Apelan a una neutralidad inexistente. Si lo personal es político, ¿qué neutralismo puede haber? Abanderan una derecha que ni es derechita ni derechona, o sea, ni chicha ni limonada. Nos queda, por tanto, el progreso, el feminismo, la libertad, la defensa apasionada y a ultranza de una ciudadanía diversa, crítica, ilustrada, abierta, inconformista, comprometida, en la que quepa, mal que nos pese, esta cuadrilla de psicópatas entregados al ejercicio de dinamitar una democracia que nos ha costado y cuesta mucho madurar. ¡Es el momento de pararles los pies! Somos legión, nosotros y nosotras, quienes odiamos furibundamente a esas derechas cadavéricas. Vamos a votar con dignidad y valentía. Vamos a botarlos. Vota y bótalos. Yo iré, ¿y tú?