No es usual que un pasajero anote las incidencias del viaje, pero es que a las organizaciones sindicales más representativas, a la patronal y a gran parte de la sociedad civil organizada, se nos ha consultado sobre el rumbo a seguir y, en más de una ocasión, se nos ha tomado en consideración en esa singladura que ahora concluye.

Cuatro años del Govern del Botànic sometidos a examen el próximo 28 de abril quedan recogidos en gran medida en las actas de las distintas mesas de diálogo social: desde la renta de inclusión, la reversión a la gestión pública del hospital de Alzira, la universalización de la sanidad, el aumento de las becas, la oferta pública de empleo, hasta la Ley de Responsabilidad Social, sumado a un largo etcétera de medidas que el breve espacio de un artículo no puede enumerar.

Seguimos con una infrafinanciación que mantiene la situación de injusticia que castiga a nuestra Comunitat, sin que el cambio de Gobierno en España haya servido para dar solución a este grave problema, pero es verdad que la moción de censura lo fue para desalojar a Rajoy, no para ofrecer una alternativa capaz de abordar un problema tan complejo. En todo caso, por primera vez la infrafinanciación y las infrainversiones han ocupado un lugar destacado en la agenda política y social de nuestra Comunitat. Los valencianos y valencianas saben que tenemos una deuda de más de 20.000 millones de euros por culpa de esa infrafinanciación, que las Comunidades forales disponen de 2.400 euros más por habitante y año que los valencianos y que Cantabria, la mejor financiada del régimen común, 800 euros más por habitante cada año. De manera que estamos más preparados que nunca para conseguir este objetivo ineludible tras el 28-A.

Costó levar anclas, el intento de sorpasso de Podemos al PSOE se emuló, en territorio valenciano, de Compromís al PSPV. Eran los tiempos en los que Pablo y Mónica hacían coalición, pero finalmente se botó el barco del Botànic y se pusieron en marcha las consellerías del mestizaje. Todo hacía presagiar una difícil convivencia, los tripartitos tenían mala prensa y lo del sorpasso solo pasó a segundo plano tras el resultado de las elecciones generales del 2016. Ahora, curiosamente, la derecha se siente cómoda con los tripartitos. Hacen de la necesidad virtud, ellos que tanto defendieron el apoyo a la lista más votada.

Mientras tanto, el PSPV y su secretario General, capitán del Botànic como President de la Generalitat, tuvieron que afrontar unas primarias que convirtieron a Pedro Sánchez en el «Renacido», poniendo en tela de juicio el liderazgo de Ximo Puig. Pero los socialistas valencianos supieron distinguir y anteponer revanchas al interés general apoyando a Pedro Sánchez para la secretaría General del PSOE y al President para la secretaría General del PSPV.

Ha habido conselleries con más turbulencias que otras, se han reubicado altos cargos que empezaron en unas y han acabado en otras, algunos obligaron con sus desafíos a intervenir a la vicecapitana y hoy se presentan por otras formaciones políticas, la modificación de la Ley de Participación Institucional produjo extraños compañeros de camarote, pero a pesar de los embates el Botànic se mantuvo a flote y con buen rumbo.

Todos los datos económicos son mejores que al inicio del viaje, es verdad que en un contexto favorable, pero no es menos cierto que con resultados que superan a casi el resto de comunidades autónomas en esta regata. El Botánic no es un Fórmula 1 del mar (tipo Copa del América), tampoco es un carguero pesado y lento, es una nave comercial que ha sabido captar inversión o las sedes de Caixabank y Sabadell en caladeros revueltos. Es un vaixell que debe recuperar para esta Comunitat el esplendor que merece, esta vez a lomos de la innovación y la formación para crecer y del diálogo social para repartir con justicia.

El Botànic no se ha hundido, aunque no le han faltado icebergs que sortear, y esa es una buena noticia para los valencianos y valencianas que no queremos pecios, aunque otros los desean para luego prometer salvarlos.