La palabra liberal tiene una connotación positiva -en lo personal se usa como sinónimo de tolerante- pero en lo político y en lo económico es otra cosa. En el debate electoral del pasado miércoles Bonig repitió como un mantra el lema liberal de una sociedad de “hombres libres e iguales” ¿Suena bonito verdad?. Ciudadanos proclama orgulloso su carácter liberal y todo indica que el IBEX 35 espera que del 28A salga un gobierno del dúo liberal Psoe-ciudadanos. En 2015 ya pusieron todo su empeño en ello y Pedro Sánchez siguió fielmente sus indicaciones.

Hubo un tiempo en que el liberalismo político dominó Europa y las leyes partían de ese principio: Los hombre son libres e iguales y es su voluntad la que debe regir sus vidas, el Estado no tiene que interferir. Fue el momento del trabajo infantil agotador, de los salarios de miseria y jornadas infinitas en condiciones insalubres, de enfermedad y pobreza. Porque la libertad solo existió para la parte fuerte de la relación laboral, para el patrón, pero no para el trabajador que solo cuenta con sus brazos y necesitando el trabajo para subsistir tenía que aceptar las condiciones impuestas. Pero también fue el tiempo del nacimiento de la conciencia de clase y de la solidaridad, de heroica lucha obrera, del auge de teorías emancipadoras que pretendía cambiar el modelo económico e hicieron temblar al mundo, tanto, tanto que el capitalismo se vio en peligro y renunció a ser liberal para poder subsistir como capitalismo dejando que el Estado cediera a la presión e interviniera en la sacrosanta esfera de las relaciones privadas prohibiendo el trabajo infantil, fijando una jornada máxima… Se legalizaron sindicatos y se crearon sistemas de protección frente a los accidentes de trabajo, la enfermedad, la vejez… e incluso, servicios que permitieran a los trabajadores acceder a condiciones de vida soportables con empresas públicas que suministraban electricidad, agua potable, viviendas sociales, telefonía. Más tarde, tras la II GM, se construyó lo que se ha dado en llamar “estado del bienestar” ampliando los derechos sociales y que, en lo jurídico, se denomina Estado Social , así lo recoge nuestra Constitución, que también relaciona un amplio catálogo de derechos sociales, esos que Pablo Iglesias no deja de recordar y que los autodenominados “constitucionalistas” tienen olvidados.

Ocurre que el modelo económico que domina el mundo, el capitalismo, ya no se siente en peligro, no parece que tenga un modelo rival poderoso y hace décadas que ha decidido dejar de renunciar a su esencia, el liberalismo. Lenta y paulatinamente ha ido desmantelando el Estado Social pero donde antaño vio interferencia ahora ve negocio, especulación. Primero arrebató del sector público las empresas que suministran luz, agua… servicios básicos a la ciudadanía -rentabilidad asegurada- no ha encontrado mucho obstáculo para ocupar y hacer negocio con la educación y la sanidad que pagamos entre todos. Lenta y progresivamente ha ido introduciendo reformas laborales que tienen como objetivo último volver a situar al trabajador solo frente al empresario (¿libres e iguales?). El bipartidismo PSOE y PP con sus sucesivas reformas laborales han sido los brazos ejecutores de este proceso que tuvo la estocada final con la última reforma laboral, limitando la ultractividad de los Convenios Colectivos y dando prioridad al Convenio de Empresa sobre el sectorial que vuelve a traernos la vergonzosa verdad de trabajadores pobres.

Pero el liberalismo es ambicioso, hace tiempo que tiene fijado el objetivo en el negocio de las pensiones, necesita imperiosamente que el sistema público sea paupérrimo, y que millones de ciudadanos -los que puedan- busquen la solución en planes privados, y depositen ahorros en sus cajas especulativas. La lucha de los pensionistas en España ha evidenciado sus planes y, de momento, los ha frenado.

Sin duda UNIDAS PODEMOS somos la única fuerza política en España que puede frenar este proceso y reconducirlo hacia la recuperación y avance del Estado Social. Pablo Iglesias, Constitución en mano, recorre platós y tarimas reivindicándolo. Sabíamos que no lo iban a poner fácil pero era difícil imaginar hasta que punto el liberalismo bajaría a las alcantarillas para atacar al único partido político que no puede dominar, somos libres. La autentica libertad es, paradójicamente, a lo único a lo que teme el liberalismo.