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Bloqueo y desaceleración

Entre todos los análisis externos que se han ocupado de las elecciones generales del domingo, quizá lo que resumía mejor el estado de ánimo de inversores y opinión pública extranjera era el titular de la prestigiosa revista norteamericana Foreign Policy: en él se advertía que, a pesar de la celebración de los comicios, el bloqueo político en España será permanente. Es decir, que si se forma gobierno, será débil y, por tanto, estará lejos de mantener la estabilidad necesaria para resolver los problemas del país.

Razones para esta visión no faltan. Estas elecciones suponen la tercera convocatoria en menos de cuatro años, en la que han aparecido (y siguen apareciendo) partidos que han puesto en cuestión el bipartidismo que funcionó de 1982 a 2015 (con alternancias de PSOE y PP). Todo ello, como consecuencia de una crisis devastadora, que también vino acompañada de un conflicto territorial en Cataluña, actualmente enfriado (tras la fallida declaración de independencia de octubre de 2017), pero que sigue lejos de solucionarse.

Precisamente, la ausencia de los temas económicos durante la campaña es reveladora de los seis años de crecimiento que registra el país (con una notable bajada del paro, desde el 27% al 14.7%). Pero también ha sido una muestra de irresponsabilidad de nuestros dirigentes, ya que los próximos gobernantes (estén encabezados por Pedro Sánchez o por cualquier líder de las tres derechas) sí deberán encarar una desaceleración evidente, ante la que no han propuesto medidas que sirvan para afrontar problemas graves, como el de la sostenibilidad del sistema de pensiones. Por ello, la próxima legislatura puede ser la de la continuación del bloqueo, con el añadido de la ralentización económica. Con ese panorama, cuesta entender la prisa de algunos por llegar a la Moncloa como sea.

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