De los distritos que conforman la realidad de València es Poblats Marítims el que probablemente mayor protagonismo ha adquirido en esta legislatura, en buena medida gracias a su potente y rico tejido sociocultural, que ha realizado grandes esfuerzos para alejar a sus cinco barrios de la segregación y el olvido históricos.

Haciendo un esfuerzo de objetividad y tirando de hemeroteca de estos cuatro años -no han faltado titulares- es fácil llegar a la conclusión de que han primado los cantos de sirena del gobierno para hechizar al vecindario. Porque realidades tangibles ha habido pocas. Y conviene recordar que abundaron las promesas en los programas políticos, como la recuperación de playas, la activación de nuevas infraestructuras, los jardines fluviales y la consabida revitalización del Cabanyal-Canyamelar…

Es verdad que ese Plan ya es una realidad... pero en papel. Cuatro años se ha tardado en aprobarlo y debería suponer, cuando se inicie, el desarrollo de la susodicha regeneración. Se prevén mil viviendas nuevas -de ellas el 60% públicas, apartamentos turísticos, aparcamientos en altura para más de mil plazas, de equipamientos universitarios, de un hotel de 15 plantas mágicamente integrado, miles de metros cuadrados de zonas verdes...

Pero se olvida algo esencial, y es que regenerar un entorno urbano no pasa únicamente por variables urbanísticas. Hay zonas en Marítimo que triplican la tasa de desempleo de la ciudad. Hablamos de un distrito en el que más se han cebado el desempleo y la crisis. El 14% de las ayudas de emergencia que se tramitan en el ámbito social son del Marítimo. Y uno de cada cinco expedientes de protección infantil. El 12% de las ayudas de dependencia o el 16% de las rentas sociales tramitadas corresponden también a este distrito.

Tal vez debido a estas cifras es por lo que sus gentes llevan años denunciando la falta de recursos sociales y la falta de presencia policial. Los vecinos llevan tiempo advirtiendo de problemas relacionados con drogas, delincuencia, suciedad, falta de higiene, mala convivencia, conflictos vecinales continuos y carencias dotacionales que provocan sentimiento de desamparo.

Recientemente el Consell de Cultura ha puesto «peros» al Plan y alguna asociación se ha atrevido a señalar la innecesaria volumetría y falta de énfasis en rehabilitar. También alguna formación política con responsabilidad de gobierno ha puesto tímidos reparos. Cuando sólo se plantea una regeneración desde una óptica urbanística se corre el riesgo de expulsar a ciertas capas sociales y fomentar la especulación. Ya hay barrios que alertan de la llegada de nuevos vecinos procedentes del Marítimo... y no son barrios colindantes.