Hace poco más de un mes tuve una reunión con el Director de Recursos Humanos de una empresa que nos interesaba mucho como potencial cliente. Incluso antes de reunirnos, nos indicó que en aquella empresa no se realizaban actividades de coaching, salvo en casos muy puntuales de apoyo a algunos profesionales mediante el coaching individual. Cuando llevábamos media hora de reunión, nos indicaron que nos quedaban tres minutos para terminar nuestra exposición, y apenas habíamos explicado quienes éramos profesionalmente. El panorama no era muy alentador.

Al cabo de dos o tres semanas, nos contactaron porque querían que me ocupara de uno de esos procesos de coaching individual. A tal efecto, mantuve una reunión con el Director de Recursos Humanos y el superior jerárquico de la persona con la que iba a hacer coaching. Al hilo de lo que surgía en la reunión, les pregunté, si habían realizado algún trabajo para conocer los perfiles relacionales de las personas de la organización (que consiste, esencialmente, en conocer los diferentes estilos con los que cada persona se comunica de forma más efectiva). Del lenguaje no verbal del Director de Recursos Humanos percibí cierto interés pero me dijeron que no. Cuando me estaba despidiendo, ya a solas con el Director de Recursos Humanos, le pregunté si podían estar interesados en un trabajo de perfiles relacionales y me comentó que el Director General había pedido información al respecto. Sin perder la ocasión, le ofrecí la posibilidad de presentarle un proyecto en este sentido y me dijo, desapasionadamente, que se lo hiciera llegar.

A los pocos días volví a ir a presentarle el proyecto en cuestión y pareció gustarle, por lo que me comentó que se lo haría llegar al Director General. Una semana después, me pidieron realizar una nueva presentación al Director General y rápidamente les dí día y hora para mantener una tercera reunión. Mi propuesta de proyecto era de media jornada. Durante la reunión, el Director General me expresó que le gustaría ser más ambicioso y conseguir, también, realizar un trabajo de mayor calado. Escuche sus inquietudes y prepare una nueva propuesta, ampliada, de una jornada completa. En un día tenía su conformidad.

Si hubiera hecho caso del mensaje inicial de que en dicha empresa no hacían coaching, podría haberme ceñido a ofrecerles estrictamente lo que me pedían. Sin embargo, traté de detectar sus necesidades reales y les ofrecí aquello que realmente les podía servir, antes incluso, de que ellos mismos expresaran las mismas. No me detuve, no me limité o, como suelo decir a mis clientes, no les compré el cuento.

Ayer en el colegio de mis hijos hicieron una asamblea sobre la perseverancia, creo que la perseverancia fue clave en que consiguiera este proyecto que, además, me entusiasma.

¿Creer que algo es imposible? Ayer en el colegio de mis hijos les dijeron que creyeran que cualquier ilusión es alcanzable... aunque no sepamos exactamente lo que podemos conseguir con nuestro esfuerzo.