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La amenaza que no cesa

Nuevamente nos estremecíamos cuando el pasado domingo de Pascua de la religión católica, conocíamos la noticia de los atentados terroristacontra, entre otros, dos templos religiosos cristianos.

Nos resultaba conocido el modus operandi del atentado suicida contra templo y en fecha señalada para el culto religioso. Aún recordamos Surabaya, en Indonesia, cuando una familia de terroristas se repartió el «trabajo» y atentó contra la iglesia católica de Santa María en Ngagel Nadya, un centro pentecostal y un centro protestante, o sea un horror. También el pasado mes de enero en Filipinas, cuando durante la celebración de la misa y a la salida de la catedral de Nuestra Señora del Monte Carmel se producían sendas explosiones.

Pero, ¿realmente ha cambiado algo desde que Dios, según se narra la Biblia y en la Torá, envió al pueblo egipcio las diez plagas para que el faraón dejara salir a los hebreos de Egipto?

Aunque cualquier tipo de violencia es inaceptable, parece sorprendernos la crueldad de las dantescas imágenes de Sri Lanka, pero en los años del IRA, aquí en la vieja y civilizada Europa, los pistoleros republicanos colocaban bombas en Iglesias protestantes como la de San Esteban. Y los carniceros de Shankill, grupo paramilitar protestante que emergió en los años 70, en nombre de Dios y del Ulster degollaban a los republicanos (católicos) utilizando cuchillos de matarife.

Recientemente conocíamos la triste noticia del asesinato de la periodista Lyra Mckee, reconocido por el Nuevo IRA que surgió en 2012 formado por dirigentes republicanos que no llegaron aceptar el acuerdo de paz al que se llegó en 1998, precisamente un Viernes Santo y que obligaba a compartir el poder entre los unionistas y los republicanos en Irlanda del Norte.

No nos olvidemos de que detrás de cada terrible atentado terrorista en el que nos llama la atención el aspecto religioso también existe el aspecto político.

Y es que la unión que se produjo con gran fuerza entre la religión y la política en las últimas décadas del siglo pasado, precisamente en sociedades monoteístas, no es el escenario más propicio para el cese de la violencia de esas características. Ello a pesar de los llamamientos de los representantes religiosos, con el Papa Francisco al frente, para el cese de acciones violentas, y para la reconciliación y el fin del odio.

Como parece obvio, y así lo destaca el Centro PEW de EEUU en un documentado informe, nuestra Europa Occidental es cada vez más descreída. Como contrapartida, como también expresa dicho Centro PEW, la Europa del Este es cada vez más religiosa. Si a esto unimos el crecimiento del cristianismo en países del tercer mundo, especialmente en el África Subsahariana, y la presencia islámica en las mismas zonas hace presagiar el mantenimiento de la confrontación y su prolongación en el tiempo.

Y es que, como se ha escrito, «el odio resiste al tiempo y vence la distancia» .

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