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Julio Monreal

Póker sobre el tapete urbano

Joan Ribó, Sandra Gómez, María José Catalá y Fernando Giner. Cualquiera de los cuatro puede convertirse en alcalde o alcaldesa de València tras las elecciones municipales del 26 de mayo. Los resultados de los comicios autonómicos, además de la reedición del Pacte del Botànic entre PSPV-PSOE, Compromís y Podemos para gobernar la Generalitat, han dejado sobre las calles y plazas de la capital a cuatro partidos por encima de los 80.000 votos y la posibilidad de que las tres fuerzas de la derecha se hagan con la vara de mando con un concejal de ventaja sobre la izquierda, la misma posición de la que aún hoy gozan los integrantes del Pacte de la Nau.

Todo está en un pañuelo, como en todas partes. También estuvo la Generalitat en un puño en la noche electoral, cuando Ximo Puig y su equipo contuvieron la respiración al ver que los del Botànic podían bajar de 50 diputados (la mayoría absoluta en las Corts) por el retroceso de Compromís, el hundimiento de Podemos y la movilización de las derechas en un flujo hacia las urnas que neutralizó la del bloque contrario.

Los responsables políticos e institucionales preparan ahora las elecciones municipales relativizando los resultados del domingo pasado. Los comicios locales son otra cosa, dicen todos. Cuenta mucho el factor personal, añaden. La gestión o la oposición que se haya hecho. Quienes han salido bien del 28-A suponen que el 26-M les irá mejor, porque los ciudadanos no quieren votar a perdedores. En ese flanco están los socialistas, Ciudadanos y los ultraderechistas de Vox. Quienes han retrocedido de forma apreciable, como Compromís, confían en su influencia local, en la estructura que les llevó en 2015 a los mejores resultados de su historia y en recuperar una parte importante del electorado que les ha abandonado esta semana. Y quienes han sufrido una estrepitosa caída están directamente aterrorizados. Podemos iba en picado hasta que Pablo Iglesias lo sacó del pozo por los pelos en el segundo debate televisado, el de Atresmedia. Pero Pablo Iglesias no hay más que uno, para lo bueno y para lo malo.

El PP es caso aparte. Las europeas pueden ser la puntilla de Pablo Casado si Ciudadanos supera en votos a los populares. Es cierto que también hay municipales y autonómicas de calendario común, y puede que un par de alcaldías singulares y algunos gobiernos en comunidades con poco peso en España maquillen el resultado, pero los cuchillos han salido ya de las fundas y son legión los candidatos locales que omiten sus siglas en los mensajes de campaña. Después de décadas en las que las siglas del PSOE eran las que restaban a los candidatos territoriales, el mal ha cambiado de bando y se ceba ahora en los populares. Ya no es el PP el que se presenta a las elecciones municipales en València, es María José Catalá. Tras haber disfrutado de 24 años consecutivos de gobierno local y haber superado los 20 concejales de un pleno de 33, los de la gaviota han perdido la condición de partido más votado en la capital y se han quedado en un escuálido 18,37 % del electorado, 83.021 sufragios. De primeros a cuartos. De diez concejales a seis según las proyecciones. El equipo de la exconsellera y ex alcaldesa de Torrent lo tiene claro. Los que se han ido a Vox no van a volver. Ella tiene que pelear en el centro contra Ciudadanos y el PSPV-PSOE. Como en las generales, ganar no sirve, solo vale gobernar. Catalá tiene una oportunidad, quedar un voto por encima de Ciudadanos, de Fernando Giner, y que el bloque de derechas sume más que el de izquierdas. La investigación sobre el caso Taula y su propio perfil la han llevado a una renovación total de la lista, con estilos complementarios que van desde el centrismo ilustrado de María José Ferrer San Segundo hasta la experiencia política de Marta Torrado, pasando por el blaverismo encarnado en Enric Esteve.

Con armas similares a las de Catalá concurre por segunda vez a la Alcaldía Fernando Giner Grima, recién salido de la hibernación a la que le ha sometido la campaña de su líder autonómico Toni Cantó. Ciudadanos ha pasado de 60.441 votos en la capital en 2015 a 85.552 el domingo pasado, del 14,45 % al 18,93 %, superando al PP y solo 3.400 votos por detrás de los socialistas. En los últimos dos años, las encuestas de intención de voto en la capital ya vienen señalando que Giner puede convertirse en el próximo alcalde. Solo necesita un equipo más equilibrado que el que le acompañó en 2015, sacar un voto más que Catalá y que el bloque sume 17 concejales, los que obtendrían Ciudadanos, PP y Vox en caso de repetirse el 26-M los resultados del 28-A. Este domingo ya cosecharon 2.282 votos más que los socios de la Nau.

La socialista Sandra Gómez es la que más contenta está de los cuatro aspirantes a la Alcaldía. Su partido ha convertido los 55.423 sufragios de 2015 en 88.923 votantes el domingo pasado. Con esos resultados pasaría de los cinco ediles que aún hoy se sientan en el salón de plenos a siete, los mismos que obtendrían Ciudadanos y Compromís, aunque estos últimos aventajan a los socialistas en algo más de 5.000 votos. La diferencia es significativa, pero la concejala socialista se siente parte de un partido ascendente y confía en remontar para convertirse en la número uno de la izquierda y en alcaldesa de su ciudad con el apoyo de sus líderes nacional y autonómico, Pedro Sánchez y Ximo Puig.

Compromís es el cuarto partido que tiene posibilidades reales de llevar el timón de la capital tras las elecciones del 26-M. Las urnas de la semana pasada han deparado un cierto retroceso a la coalición en la capital, de los 96.151 votos de 2015 a 94.352 en 2019, un 20,88 % del electorado, aunque le han aupado a la condición de más votado por el fraccionamiento de la derecha. Joan Ribó es quien tiene el listón más alto. Perder la alcaldía frente a los socios del PSPV-PSOE o los rivales del bloque conservador sería lo más doloroso tanto para su equipo como para todo Compromís, formación que tiene en el actual alcalde al más fuerte de sus líderes, y en la ciudad de València un caladero del que obtiene un 5 % por encima de la media de la Comunitat Valenciana. Convence a muchos, pero tendrá que convencer a algunos más que a los suyos propios, porque las urnas ya le han dado un primer aviso.

Y no un aviso sino todo un toque de las trompetas de Jericó ha sonado para Podemos, ahora Unidas Podemos, hasta ahora València en Comú, que ha visto reducido su apoyo de 50.964 votos en 2015 (un 12,18 % del electorado capitalino) a 33.388, el 6,93 %. La fuga de sus partidarios hacia Compromís y el PSPV-PSOE compromete gravemente las posibilidades de la candidatura de María Oliver en los comicios de final de mes, en los que pesa sobre los morados la amenaza de no llegar al 5 %, una circunstancia que haría imposible la reedición del Pacte de la Nau.

La movilización, de nuevo, va a resultar igual de clave en las municipales que en las autonómicas. En València, los tres partidos ascendentes han visto incrementados sus apoyos electorales en 102.500 votos. Y las tres formaciones que han retrocedido pierden 45.000 sugragios, una cifra próxima a los votos obtenidos por la ultraderecha de Vox. Los casi 60.000 votos de diferencia proceden de la movilización extraordinaria del domingo pasado, tanto de la derecha como de la izquierda. Son la incógnita de las elecciones de fin de mes. Los que darán el triunfo en esta partida de póker cuyo tapete es la ciudad de València.

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