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La pregunta es por qué crece la intolerancia en las sociedades más preparadas de toda la historia de la humanidad. Cómo el acceso a la educación más universal y democrático hace posible que los adolescentes actuales sean más machistas que los de mi generación, la mayoría salidos de colegios de curas sin clases mixtas. Qué lleva a un grupito de descerebrados valencianistas a hacer el saludo nazi a los aficionados gunners, seguramente los más multirraciales del fútbol mundial. La ignorancia siempre es atrevida, aunque ahora hay que entrenarse mucho para adquirir la condición de analfabeto. Nunca fue más fácil el acceso a los libros, al arte, al teatro y al cine. Hay una red de bibliotecas públicas eficiente, los colegios programan visitas a los museos y funciones de teatro desde Primaria. Las nuevas tecnologías permiten incorporar películas y series a los profesores de historia y literatura. Las escuelas de adultos, los clubes de lectura y las visitas culturales ofrecen además una información complementaria para todo aquel que quiera. Por tanto seguir en la inopia parece una condición elegida, ayudada por esa arma de destrucción mental que son las redes, manejadas con solvencia para impedir el libre pensamiento. Ante tal panorama, los poderes públicos siguen ajenos a la realidad, con programaciones antiguas pensadas con criterios diluvianos y premiando la docilidad. Mientras tanto, los creadores esenciales dan la espalda al culturalismo oficial y se refugian en iniciativas grupales de significativas discrepancias. Pero seguimos sin saber las razones de tanto fanatismo cotidiano. Quizás porque se eligen a los responsables culturales en los minutos de la basura de las formaciones de gobierno, se dedican escasos recursos y la burocracia hace el resto. Las soluciones nunca son fáciles, pero después de cuatro años botánicos se ha sido incapaz de provocar un paradigma que ayude a las gentes de este país a ser más respetuosas, transigentes con el que opina distinto, flexibles en los argumentos y condescendientes con todas las ciencias. Eso no se arregla con una nueva

conselleria.

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