El 9 de mayo de 1950 en París, con la Declaración Schuman, se iniciaba el camino a la integración de los Estados europeos y, desde 1985 (primera cumbre europea a la que acudió invitado Felipe González previa adhesión de España), se establece el Día de Europa para celebrar cada 9 de mayo la paz y la unidad del continente.

Con esto podríamos dar por cubierto el expediente esperado de las efemérides de días singulares que suceden anodinamente cada día del año: un recordatorio en los medios, unas palabras de nuestros representantes… y a correr al 10 de mayo.

Pero esta vez no puede ser así. No solo porque este mismo 9 de mayo de 2019 arranca la campaña de las Elecciones europeas del próximo día 26 -una cita en la que se decidirá el futuro de todos nosotros.

No nos podemos permitir pasar de puntillas sobre un día en el que acabamos con la Barbarie y construimos un gran espacio de libertad, igualdad y bienestar; una hermosa idea compartida con la que hemos conseguido caminar juntos durante siete décadas disfrutando de paz y progreso común.

Y es que la Barbarie ha vuelto. Sus primeros titubeos los conocemos, aunque para muchos sea más cómodo mirar a otro lado. Falsas noticias, patriotismo desbocado, odio, xenofobia... ideas que envenenan la convivencia y el respeto mutuo y que se materializan en partidos políticos que van encontrando representación los parlamentos… ahora más cerca que nunca de ser relevantes en el Parlamento Europeo.

On connaît la chanson, pensarán, una canción ciertamente triste. Pero es mucho peor que eso, la situación es más grave que hace 80 años, porque hoy no se trata de renunciar a una aspiración utópica para las generaciones futuras como antes, se trata de renunciar a lo que ya tenemos y disfrutamos: una Europa abierta, sin fronteras, democrática, que se preocupa por el bienestar de sus ciudadanos, por su cultura, por su seguridad, por su medio ambiente, por su salud… Y, sin embargo, la ponemos en peligro.

¿Por qué? No alcanzamos a entenderlo. ¿Quizás estemos locos? O quizás el responsable es nuestro hábito moderno de encontrar respuestas breves, rápidas y fáciles a cuestiones tan complejas como esenciales. Quizás nosotros tengamos también que echar mano de la metáfora fácil que quepa en un tuit para luchar contra la Barbarie. Los jóvenes preferimos conocer a otros europeos, en un Erasmus por ejemplo, y nunca abrirles las entrañas con una bayoneta -como antaño- por unos metros de frontera (que por otro lado ya no sabemos ni lo que es). Ya lo dijo uno de los padres fundadores de la UE, Konrad Adenauer: «Nada es mejor para superar el nacionalismo estrecho que cuando los jóvenes de los pueblos europeos se unen para defender la libertad juntos. Una estrecha cooperación con todos los pueblos amantes de la libertad (…) que afectará a todas las áreas de nuestra vida estatal, económica y personal..»

Precisamente es la línea de acción que emprende la asociación europeísta valenciana Instituto 9 de Mayo. Nuestro futuro está en nuestras manos, hemos de crearlo nosotros. Para enfocarlo, basta con pensar en Europa no como en un lugar, sino como en una idea.