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Maite Fernández

Mirando, para no preguntar

Maite Fernández

Supervivientes

Isabel Pantoja se mete en el barro y toda España mira a esta nueva heroína de Supervivientes. Es la noticia que corre de boca en boca. Pero ¿os imagináis que «la Pantoja» tuviera que sobrevivir en uno de los pueblos de la España vaciada? Eso si que sería todo un alarde de supervivencia. Vivir un día tras otro sabiéndose olvidado.

Quienes viven en el mundo rural son ciudadanos de segunda. Tienen 7 veces menos financiación que quienes viven en la ciudad. Con sus impuestos se construyen autovías, aunque sus carreteras son apenas caminos asfaltados llenos de baches. También ellos cotizan para tener la mejor sanidad del mundo, aunque el médico les visita solo los miércoles y si necesitan una ambulancia puede tardar más de una hora en llegar. El panadero acude cada día en furgoneta, el frutero una vez por semana. Tampoco se ha quedado el del banco ni tienen policía local.

Son pocos, dispersos, tienen poca influencia en el PIB y mucho menos en los votos (o en el share de las televisiones). Si no hay gente no hay votos (ni espectadores). Si no hay votos no hay interés. Y si quien gobierna no muestra interés, acaba por pasar a formar parte de la obsolescencia programada de las grandes promesas de campaña.

Qué pronto hemos olvidado la «revuelta de la España vaciada» del 31 de marzo. Ese día en el que políticos y medios de comunicación limpiaron su conciencia haciéndose eco de la protesta de miles de vecinos de esa España rural olvidada, despoblada, sin trenes ni autobuses, sin escuelas ni cine, sin farmacia ni niños. Ese día tuvieron su minuto de gloria que ahora sólo se recuerda en las búsquedas de Google.

La España rica es más rica, la vaciada cada vez más olvidada. A quienes nos dirigen le interesan más las grandes poblaciones, con ciudadanos concentrados. Grandes urbes en las que la sostenibilidad es cada día más difícil, en las que la economía circular parece imposible de conseguir, en las que la lucha contra el cambio climático se queda en titulares€ Ciudades, dicen, inteligentes en las que se tira mano de la tecnología para humanizar el entorno. Paradójico.

La despoblación tiene graves consecuencias económicas, ambientales y sociales. Se ha perdido actividad económica y patrimonio; la falta de gestión forestal deriva en mayor riesgo de incendios y se pierde biodiversidad. Sólo los viejos cuidan ya los pueblos. ¿Quién quiere criar a un niño en un lugar donde no hay pediatra ni colegio?

Ciudadanos de segunda que reclaman la calidad de vida que ofrecen los servicios que no tienen: comunicaciones, educación, acceso a la cultura, sanidad, seguridad€ Es cuestión de inversión, de priorizar, de decisión y compromiso. Vivir en un pueblo se ha convertido casi en un acto de militancia.

Sentados frente a la televisión sonríen al ver el día a día de Maribel Pantoja en la «olvidada isla del Caribe». Sonríen porque saben que ellos son los auténticos supervivientes.

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