Esa es la realidad. O la Catalá consigue la alcaldía y salva los muebles o el PP desaparece tragado por sus competidores. Y eso ocurre porque el Ayuntamiento de València es el mascarón de proa de la política valenciana. En mis tiempos de política, en 1983, defendía que hasta que no ganásemos València no se ganaría nada más. Y así fue, porque en 1991 ganamos València, en 1995 ganamos la Generalitat y en 1996 ganamos la Moncloa. Ahora también ha ocurrido lo mismo pero al revés, porque desde que perdimos València poco a poco hemos ido de mal en peor hasta la triste situación actual.

En estos momentos el partido ha reaccionado a la defensiva sin una clara estrategia, que se reduce a ir repartiendo puñaladas a todo el que se aproxima como si fuese el mejor sistema para ganar. Y yo propongo lo contrario. Lo que ha de hacer Mª José Catalá es analizar su programa, enamorarse de él como lo mejor para València y una vez convencida -eso es lo más importante- defenderlo a capa y espada contra todos, olvidando y dejándose de descalificaciones para los adversarios, que pueden ser imprescindibles al día siguiente de las elecciones en los más de ocho mil municipios de España y en las doce Comunidades que están en periodo electoral.

Nosotros a vender nuestro producto, que ninguna empresa hace propaganda criticando a la competencia. La hace destacando las ventajas de su producto que es lo que cuenta. Además, eso sienta muy mal al elector y no le hace cambiar de opinión. Decía un parlamentario inglés que a lo largo de sus debates políticos en muchas ocasiones había logrado convencer a la oposición de sus errores, pero lo que nunca había conseguido era que cambiasen de voto, porque en política las posturas son cerradas y a machamartillo.

De modo que a enamorarse del producto que se vende y a ir de oferta como lo mejor del mundo y los demás que se maten entre ellos que no les servirá para nada. Y a ganar, porque en política no sirve para nada ser los líderes de la oposición porque o se toca el poder o como se dice «fuera hace mucho frío». Y dura cuatro inacabables años

La moneda está en el aire. Todo el futuro depende de la Catalá. O la victoria y aquí no ha pasado nada. O la derrota y a lamerse las heridas en el peor de los olvidos. Y más bicicleta.