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Descarbonización: De Cofrentes a Sibius

Salvo aquellos dispuestos a negar evidencias científicas, como Donald Trump, todos sabemos que el mundo sabe que está en vísperas de un cambio en el funcionamiento global del sistema terrestre, que entraña efectos graves y diversos. Lo más urgente es afrontar las transformaciones debidas a emisiones de origen humano en los gases de efecto invernadero. Hemos entrado en una nueva era geológica y no hay forma de volver atrás: un planeta con menos temperatura esta fuera de nuestro ciclo vital.

Durante la semana pasada, Cofrentes esta pequeña localidad del Valle de Ayora, con su futura gran planta solar y Sibius la ciudad rumana en el que tuvo lugar la última reunión informal de los jefes de gobierno de la UE han sido pequeñas esperanzas. Europa y otras regiones geopolíticas han prometido alcanzar en 2050 un calentamiento que no supere en más de 1.5 grados la temperatura existente al inicio de la revolución Industria, para a continuación mantenerse no más arriba de esta cota.

Al humano le resulta imposible aceptar la verdad completa sobre el daño que su especie ha infringido al planeta. Vivirlo diariamente supone una demanda emocional muy fuerte, cosa que puede explicar determinadas reacciones individuales: dejar de consumir carnes de vacuno (ante el impacto y la dificultad de controlar las flatulencias de los animales que proporcionan carne y leche) dejar de viajar en avión (apunten el término «vergüenza a volar» y sus efectos sobre el turismo) adoptar unos hábitos enérgicamente bajos y en el límite de la desesperanza climática renunciar a tener hijos. De hecho estas decisiones individuales suponen abandonar el principio fundamental de la modernidad, es decir, la propia idea de progreso y de crecimiento económico; una renuncia a que el futuro acabe siendo mejor que el presente, como si el porvenir desapareciera y tuviera que ser rediseñado radicalmente. En su conjunto puede ser causa de depresión al exigir demasiado esfuerzo a mucha gente particular. Con el debido respeto al problema y a las personas, estas conductas son exageradas, propias de enfrentar individualmente problemas de carácter colectivo y político.

Hay que prepararse para vivir con el desarreglo climático y sus consecuencias La ciencia y la ingeniería han indicado lo que hay que hacer: nuevas fuentes y formas de almacenamiento de energías limpias, y cambiar la forma de llevar a cabo muchas de las actuales actividades humanas (movilidad terrestre, métodos de construcción y calefacción, fabricación, etc.) y reconocer los problemas que por ahora no sabemos abordar reduciendo su presencia y uso (aviones que no van a despegar sin usar keroseno y una cabaña vacuna excesiva). El objetivo es resistir con esta nueva realidad todo el tiempo posible con la esperanza que el conocimiento y la voluntad humana abran nuevos caminos. Por ahora solo queda rebajar rápidamente las emisiones de carbono y afortunadamente las tecnologías de energía eólica y solar y las nuevas baterías han conseguido grandes resultados.

La energía que producen las centrales nucleares no es un ejemplo de limpieza pero si la que produce es descarbonizada y esta es una cuestión que está presente en toda solución temporal sobre el cambio climático. El Valle de Ayora va a albergar una central fotovoltaica importante. Estas instalaciones, además de muchas hectáreas soleadas, que en la España vaciada sobran, necesitan conexiones potentes a la red eléctrica e instalaciones que puedan regular la producción más allá del ciclo día-noche. Afortunadamente no lejos del escarpado terreno de la central nuclear del Valle de Ayora y sus conexiones a la red eléctrica existen hectáreas para instalar miles de paneles solares y en ello está la industria, la Conselleria y los nuevos decretos del gobierno. Resulta chocante, las centrales nucleares atraen a sus alrededores a energías limpias; afortunadamente las redes eléctricas no entienden del origen de los voltajes que transportan.

Si superamos el reflejo de desconfianza a los políticos, los europeos deberíamos saludar lo firmado el jueves en Sibius: «Europa será un líder global responsable. Los desafíos que enfrentamos hoy nos afectan a todos. Continuaremos trabajando con nuestros socios en el mundo para defender y desarrollar el orden internacional basado en normas, para aprovechar al máximo las nuevas oportunidades comerciales y para abordar conjuntamente problemas globales como la preservación de nuestro medio ambiente y la lucha contra el cambio climático». Las cuentas para ello son muy duras: Para llegar a 2050 con solo el 1.5º de calentamiento habrá que invertir el 2% del PIB anual de los países durante los próximos 30 años, además de un 25% del Presupuesto Comunitario. El impuesto sobre el carbono va a ser imprescindible, pero debe serlo para todas las emisiones contaminantes. Los «chalecos amarillos» ya han dejado claro que no es aceptable que la gasolina y el gasóleo de sus coches suba, mientras otros usos del petróleo como el keroseno de los aviones (casi el 5% del CO2 global) está prácticamente exento.

Es obligado referirse a los jóvenes del movimiento «Rebelión contra la Extinción», que razonablemente alerta contra una catástrofe climática y rechazan «un sistema capitalista fracasado». Entre sus peticiones está que la emisión cero se consigan en 2025. Desgraciadamente esta posibilidad no existe para dentro de cinco años. ¡Habrá que darse con un canto en los dientes si lo logramos en 2050! Queda la cuestión de lo que puede hacer al respecto el sistema capitalista, pero se hace difícil imaginar una gran revolución anticapitalista que una vez estabilizada pueda conseguir los objetivos que ahora nos ponemos. Aunque suene a incorrección política, ante la urgencia de los objetivos, en el debate conviene refrenar las reacciones ideológicas, aunque los jóvenes tienen todo el derecho a que se les informe sobre la realidad, cosa que requiere una confianza que por ahora no aparece en la Política. El desafío es tan serio que los propios inversores ya son los más interesados. Los bancos centrales acaban de advertir de los riesgos relacionados con el clima y de la amenaza que suponen para la estabilidad financiera. Sera duro mantener la confianza en la élite que creó e ignoró una crisis hace solo diez años.

Así están las cosas. Las fases: mitigar el calentamiento, adaptarse a él y minimizar el sufrimiento que cause.

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