Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Billete de vuelta

Amada

Amada tiene 76 años y habita en un inmueble de la Plaza Nueva de Bilbao. Desde el balcón de su casa contempló, en agosto de 1983, en plenas fiestas de Begoña, los efectos devastadores de la gran riada que alcanzó el escalón que hace el número trece de la escalera de su vivienda y que se llevó por delante incalculable cantidad de enseres y alguna vida.

Los cinturones de una tienda de confecciones serpeaban sobre aquel mar rojo que abrió la ciudad en canal como si fueran culebrillas de cuero con cabeza de metal. Cuando el agua se marchó a sus orígenes y dio paso al fango, aún hubo mañanas que Amada tuvo que acudir al trabajo en botas katiuskas y llevar los zapatos en una bolsa de plástico para cambiarlos a mitad de trayecto.

Nos encontramos a Amada de casualidad, en la plaza que ha sido radiografía de su vida, en este Bilbao renacido del Guggenheim, umbilical y cosmopolita, un cuadrilátero colonizado por bares y tabernas que se disputan el mérito glorioso del mejor pintxo, donde este sábado bachilleres de institutos de Vizcaya mostraban al paseante curiosos ingenios de factura propia en una singular feria científica. Unos metros más allá, en las cuadrículas centrales del rectángulo, alumnos de la Escuela de Luthiers del País Vasco confeccionan con esmero un violín.

En un restaurante que se llama Víctor Montes, de prodigiosas gildas, la mujer nos invita a un vino de Rioja y nos cuenta su vida. Y a uno y otro lado de la Plaza Nueva uno descubre las bondades de este Bilbao tan visitable y ufano: memoria del pasado y talento para acometer los envites del futuro. Un modelo a seguir, un conjunto a imitar.

Compartir el artículo

stats