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Regreso al futuro

Se busca máquina que se parta el eje

El sentido del humor es un no sé qué que las máquinas quedan balbuciendo. "Es parte fundamental de lo que nos hace humanos", dice en la revista "Wired" Roger Levy, director del laboratorio de psicolingüística computacional del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Levy, que explora cómo hacer más humana a la Inteligencia Artificial (IA), desarrolló hace cuatro años una forma de medir si un juego de palabras es divertido; una base para programar, digamos, máquinas capaces de hacer comedia. Según Levy, la capacidad de producir sorpresa está en el corazón del lenguaje humorístico por lo que, a la hora de generar automáticamente bromas, los juegos de palabras serían tanto más divertidos cuanto menor probabilidad tiene una palabra de aparecer en un contexto determinado.

Una estudiante de postgrado de Stanford llamada He He, que ahora ya está empleada en Amazon, dedicó su trabajo en la universidad californiana a desarrollar un "generador de juegos de palabras", una inteligencia artificial de chiste. Pretendía explorar un ámbito hasta ahora casi vedado para las máquinas pues, si en algo son buenas -al igual que los humanos de ideología ultra o de cortas entendederas- es en la literalidad. Las redes neuronales artificiales pueden construir coherentemente textos amplios, a tal punto que algunos desarrolladores ya se están planteando limitar el acceso a esta tecnología por la capacidad que tiene, por ejemplo, para fabricar noticias falsas. Eso sí, con aspecto formalmente verosímil. Ese es el miedo que asalta, también lo contaba "Wired" hace unas semanas, a los responsables del instituto de investigación Open IA, creado por Elon Musk -el empresario de los tesla y los cohetes SpaceX- para avanzar en la inteligencia artificial y difundir sus descubrimientos de manera gratuita. Lo que descubrieron, y lo que les asusta, es que sus bots son capaces de escribir trolas de "alta calidad". El autor del artículo en "Wired"probó uno de esos desarrollos introduciendo la frase "Hillary y George Soros" y la máquina construyó ella solita el relato de un supuesto contubernio entre la candidata demócrata y el magnate para "fabricar propaganda contra el presidente Trump". El texto era coherente, pero era mentira gorda.

Lo que He He pretendía con su máquina comediante era precisamente lo contrario, que la IA dejara de ser literal y se deslizase gloriosamente por el filo del absurdo, como cuando un humano dice: "Nada puede malir sal". Lo consiguió a medias. La puso a competir con humoristas humanos y sólo logró superarlos en el 10% de los casos y siempre con juegos de palabras muy toscos.

(A ustedes, que son humanos, no tengo que explicarles que tiene su gracia que la persona que se pone a inventar cómo desarrollar risas artificiales se llame precisamente He He y que, contra lo que un inglés acaso supondría, no es "he", es "she". Es decir, mujer. ¿Cómo le explicamos estos chistes -malos- a una máquina?).

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