El voto, instrucciones de uso para gente indecisa. Se ruega rezar tres días seguidos y, al siguiente, publicar un gracias al Espíritu Santo en cualquier medio de Prensa Ibérica, como el jamón bueno. A saber: «Virgen del Carmen vuestra soy y con vuestro permiso a votar me voy. Cumplido el desig de que no ganara Bonig, te pido, por la presente, todo lo siguiente: igual me da que Català quede tercera, pero mejor fuera, por joder, que fuera Giner quien quedara tercer. Virgen del Carmen, ya que estás y si pot ser, tira-li una maneta a María Moliner i fes que Ribó siga el primer. Al de Vox fes-lo al carrer. Y no te olvides de Sandra, que ens farà falta». Ya está. Se cumplirá.

Si usted ha leído hasta aquí y si es cierto, como dice Juan José Millás, que «en la lectura, como en la gastronomía, hay glotones y ´gourmets´», espero que sea usted un glotón y le quede apetito para esta otra cosa que se me acaba de ocurrir.

Hay momentos en los que no está mal echar el freno y aflojar en las críticas. Lo hacemos cuando alguien se jubila, pasando de puntillas por su biografía, pelillos a la mar, y, con mayor razón, cuando alguien fallece: aquí paz y allá gloria. Pero esa amabilidad, que es fruto de las buenas costumbres, no puede ser una invitación al completo olvido. A mí me parece bien, por ejemplo, que el sindic del PSPV, Manolo Mata, tenga palabras de agradecimiento hacia Alejandro Font de Mora, aprovechando que el exconseller abandona las Corts y no sigue de diputado. No puedo olvidar, sin embargo, el «Font de Mora dimissió», tan coreado que mi sobrina pequeña creyó un tercer apellido, y lo mucho que soliviantó los ánimos de la comunidad educativa. Multitudinarias y frecuentes fueron las manifestaciones contra sus intentos, y logros, de menoscabar la «Educación para la Ciudadanía», imponiéndola en inglés, o menguando la filosofía a favor de la religión. Esa misma religión que ahora Cañizares, el futbolista no, quiere que se multiplique en las aulas como los panes y peces, católica, ortodoxa, judía, musulmana, etcétera, siendo así que para algunos, entre que se de una y que se den todas, estaría el justo medio de que no se diera ninguna.

Sigo. Otro tanto pasa con la figura de Barberá de quien dicen los suyos, los que la abandonaron y que ahora la traen a cuento para montar en su estela a la candidata Català, que «trajo a València la sabiduría, el esplendor y la luz», sin que se sepa muy bien qué motivos sustentan semejante afirmación o relato. ¡Menudo legado el de Barberá, aún estamos recogiendo los restos de la fiesta, los pecios del naufragio!

En fin, si ha llegado hasta aquí y si como dice Fernando Savater, hay lectores estoicos y epicúreos, no me cabe la menor duda: es usted un lector glotón y estoico.