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A vuelapluma

Alfons Garcia

El virus de la democracia y el espectáculo

«La democracia tiene algo de espectáculo». Lo dijo Meritxell Batet y es de lo poco sensato que se escuchó y se vio ayer en el Congreso de los Diputados, presunto templo de la palabra donde ahora se patalea, se promete y se jura en arameo y se denuncia el deseo de hablar. No se podía esperar mucho más de una cámara con presos preventivos del independentismo catalán y 24 defensores de la España más castiza. Ha sido el capítulo dos de la nueva política española tras el espectáculo de la semana anterior en las Corts. Todo se ha radicalizado.

Tampoco ayudan demasiado los aspirantes a gobernar que parecen no tener muchas ganas de empezar a gobernar de verdad, no en funciones. El encuentro de los negociadores del nuevo Botànic se ha saldado con una bonita escena coral con más empaque que contenido. No les debe parecer muy bien a los partidos del Botànic que parezca que no hacen nada por formar gobierno cuando acordaron un encuentro más estético que otra cosa y se despidieron hasta dentro de nueve días. Lo que parece es que los partidos están pensando más en sus intereses, en dónde colocar sus fichas y cómo salir mejor parados en el reparto que en los intereses de las personas, para las que parece que sería positivo que se empezaran a aplicar lo antes posible algunas de esas medidas por las que les dieron la confianza el 28 de abril y no continuar en funciones (en campaña, sería la expresión más exacta). Estamos en plazos reglamentarios, es verdad, pero es difícil de justificar que no se mueva una brizna, si no es porque lo que realmente importa es el interés de los partidos. No será así, pero lo parece.

«Tenemos que hablar». Lo dijo Oriol Junqueras y es la definición imperfecta de la política. Lo importante realmente es de qué hay que hablar: de lo mío (la prisión), de lo nuestro (el proyecto independentista y los apoyos que Pedro Sánchez necesita para una mayoría en el Congreso) o de lo de todos (la convivencia en Cataluña de independentistas y no independentistas). Se lo puede aplicar el Botànic: no basta con juntarse a hablar (el espectáculo de la democracia). La clave es de qué hablar.

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