Este mismo mes, la Generalitat Valenciana ha anunciado la apertura de un expediente a un conocidísimo centro comercial por la utilización supuestamente sexista de su publicidad para el Día de la madre. Parece que, a criterio de los inspectores de nuestra Administración, dicha campaña perpetúa nocivos estereotipos de género y cosificación de la mujer, al aludir a la entrega de las madres a su familia sin quejas ni egoísmos.

El hecho es que llevo un par de semanas con extraños sentimientos de culpa. La denuncia e investigación por el anuncio de marras me ha llevado a repasar recuerdos: ¿habré cosificado, habré tenido un comportamiento casposo con mis abuelas, con mi madre, con mi esposa, con mi hija? Pero mi desasosiego no acaba ahí. Ideas paranoides empiezan a asaltarme provocándome pensamientos delirantes en torno a la posibilidad de que la Generalitat pueda legislar para, llegado el caso, facultar a la autoridad competente para adentrarse en mis más íntimos pensamientos y descubrir si son estereotipados, y obligarme a la reeducación mental, como en las películas futuristas...

El mismo día que la polémica llegaba a los medios de comunicación, me encontraba en la entrada de la estación del Nord de València ante la exposición «Las dos caras», de la Plataforma de Daño Cerebral Adquirido. En ella se explica qué es un ictus, sus síntomas y tipos, los factores de riesgo, y se muestran las fotos de veintidós personas que han sufrido ataques cerebrovasculares. Cada afectado aparece acompañado por quien ha sido su principal apoyo en la rehabilitación, alguien que ha sido vital en el camino de su recuperación: su mejor cuidador o cuidadora, compañero o compañera, padre o madre... en definitiva, aquellos que han estado cerca de la persona enferma demostrando entrega y cero egoísmo.

Curiosamente en las veintidós fotos se veía a cinco acompañantes masculinos -dos padres, dos maridos y un amigo- y diecisiete acompañantes femeninas: madres, esposas, hijas y hermanas. Casi el 80% de las personas importantes en el camino de la rehabilitación que encontramos en la exposición son mujeres.

Subí al tren de vuelta a casa con la esperanza de que la exposición pasara desapercibida para el secretario autonómico de Igualdad, para el director general de Comercio o para cualquier plataforma de defensa dogmática de los presuntos estereotipos de género, siempre al acecho para tratar de justificar la subvención y su misma existencia. «Las dos caras» puede ser un buen título también para quienes tratan de imponer su particular ideología bajo la apariencia de la defensa del bien general.