Acabamos de saber que la Fiscalía de Estados Unidos ha imputado a Julian Assange, fundador de Wikileaks, con 17 nuevos cargos contra la seguridad nacional, abriendo así la posibilidad de que pase en la cárcel buena parte de lo que le resta de vida. La causa del proceso contra Assange ha sido la de contar la verdad; su consecuencia, la persecución política y judicial.

Vayamos primero con la verdad. Julian Assange ya reveló en noviembre de 2007 un manual de procedimientos operativos del campo Delta en la prisión de Guantánamo cuyas reglas revelaban las ínfimas condiciones de vida de los detenidos y su ocultamiento al Comité Internacional de la Cruz Roja. Este manual para uso interno dejaba ver que Estados Unidos estaba violando los derechos humanos de los internos y los mandatos de la Convención de Ginebra. En abril de 2010, Wikileaks reveló al mundo Collateral Murder, un perturbador vídeo que mostraba el ataque a civiles en Iraq por parte de un helicóptero del ejército estadounidense con el resultado de doce personas adultas muertas y dos niños gravemente heridos.

En julio de ese mismo 2010, Wikileaks filtró más de 70.000 documentos relativos al conflicto de Afganistán que dejaban en entredicho la finalidad declarada de la misión; en octubre de ese mismo año reveló la documentación relativa a la guerra de Iraq y, en diciembre, los cables diplomáticos conocidos como Cablegate. Estos últimos dejaban al descubierto numerosas directrices del Departamento de Estado para que los diplomáticos estadounidenses hicieran labores de espionaje en los países amigos donde estaban destinados; también descubrían las presiones llevadas a cabo con éxito sobre ministros y jueces españoles para que dejaran de investigar el asesinato del cámara José Couso en 2003 durante la guerra de Iraq. Los Diarios de la guerra de Iraq, por su parte, probaban la falta de razones objetivas para emplear una fuerza militar tan desmesurada en países que no disponían de capacidad para amenazar a Estados Unidos; en los informes de los tres primeros años, además, no aparecía Al Quaeda, cuando la versión oficial sostenía que el ejército norteamericano había ido a Iraq a luchar contra esa organización terrorista.

Contra las acusaciones de la Fiscalía estadounidense, Julian Assange y Bradley Manning (hoy Chelsea Manning) solo pretendían contar al mundo una verdad criminal cuidadosamente oculta por sus perpetradores. Debido al riesgo que corría al subir Collateral Murder a Wikileaks, así como a las nulas ventajas obtenidas, parece claro que los motivos del joven soldado Bradley Manning, un analista horrorizado a sus veintidós años por la matanza de inocentes que acababa de presenciar en Iraq a cargo del helicóptero Apache, eran sobre todo morales. El intercambio de mensajes en un chat con un amigo que finalmente lo delataría también señalaba su intención de detener las matanzas de civiles. A su vez, la motivación moral de Julian Assange y Daniel Domscheit-Berg, los dos fundadores de Wikileaks, se plasmaría en su proyecto de usar Internet como una plataforma políticamente neutral para filtrar documentos que tanto las entidades financieras como los partidos políticos o los gobiernos mantenían bajo secreto por motivos inconfesables. Assange y Domscheit-Berg sabían que el desquite institucional recaería sobre ellos porque las fuentes quedaban a salvo en el proceso de transferencia de información.

La estructura técnica y legal de Wikileaks, en efecto, aseguraba el anonimato automático de los informantes. Se trataba de crear transparencia protegiendo al denunciante gracias al anonimato. Los modestos comienzos de Wikileaks partían de una habitación con dos personas y un único servidor de internet que iba a ejercer de correa de transmisión para todos aquellos ciudadanos que tuvieran noticia de secretos institucionales o financieros y quisieran difundirlos guardando su identidad a salvo de posibles represalias. En su relato de los inicios de Wikileaks, Domscheit-Berg explica que muchos especularon con la posibilidad de que la plataforma de filtraciones actuara al servicio de la inteligencia británica. Sólo después pudo comprobarse que ninguna organización se encontraba detrás del proyecto de transparencia internacional.

Hasta aquí, la verdad. A partir de ahora, la persecución por contarla. El intento de asfixiar económicamente a Wikileaks fue constante mientras Assange iba publicando materiales comprometedores, pero la persecución por el crimen de contar la verdad ingrata no iba a excluir la privación de libertad. En mayo de 2010 fue arrestado el soldado Manning por filtrar material audiovisual a Wikileaks. Aun cuando Estados Unidos no está en guerra con ningún otro país por mucho que se esgrima el eslogan propagandístico de la Global War on Terror, Manning fue acusado de alta traición o cooperación con el enemigo y fue sometido a castigos arbitrarios mientras permanecía detenido en una prisión militar kuwaití, donde se le mantuvo en régimen de aislamiento hasta que se hizo pública su situación insostenible y hubo de ser trasladado a una cárcel militar de Kansas en abril de 2011. Las torturas a Manning, ya condenado antes de someterlo a juicio, supusieron tanto un castigo particular como una advertencia general a quienes tuvieran la tentación de dar a conocer otras interioridades del ejército.

Respecto a Assange, tras ser avisado de que en el futuro habría de sortear algunos dirty tricks, y en concreto de que evitara caer en trampas sexuales, en agosto de 2010 una fiscal sueca dictaminó su arresto por una violación que luego se revelaría inventada. En diciembre fue encarcelado en la prisión londinense de Wandsworth a partir de una orden de extradición dictada por Suecia sin que la justicia de aquel país hubiera formulado cargo alguno contra su persona. Aun cuando el ministro sueco de Asuntos Exteriores, Carl Bildt, negó contactos con las autoridades estadounidenses, la connivencia entre los gobiernos de Estados Unidos y Suecia parece clara. Después, en junio de 2012, Assange hubo de refugiarse en la embajada de Ecuador en Londres como un fuera de la ley. En agosto de ese mismo año, Ecuador le otorgó asilo político debido a la persecución que estaba sufriendo por parte de Estados Unidos.

Assange permaneció en la embajada ecuatoriana en Londres hasta que el nuevo gobierno de Ecuador, en su política de acercamiento a Estados Unidos, lo entregó en abril de 2019 a la policía británica. Las autoridades británicas confirmarían después que el arresto del fundador de Wikileaks respondía a una petición de Estados Unidos, que ahora acusaba a Assange de «conspiración» para infiltrarse ilegalmente en ordenadores del gobierno. Paradójicamente, también lo acusaría después de «espionaje», cuando es el propio gobierno el que obligaba a sus diplomáticos a realizar labores de espionaje, y de dirigir una «organización terrorista», cuando el gobierno estadounidense es la mayor organización terrorista del mundo contemporáneo.