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"¡Paren el mundo que yo me quiero bajar!!!"

Dicen que pronto serán los robots los que lo hagan todo, incluso escribir libros. Y desgraciadamente para nosotros dicen también que no lo harán nada mal.

Pongamos, ¿en unos cien años? Sí, cuando el barrio de la Barceloneta esté ya casi inundado. Muchos estaremos criando malvas, menos mal, pero qué mundo tan maravilloso les habremos dejado a nuestros hijos.

Parece ser que se les dará unas coordenadas de paginación, temática, estilo y ellos escribirán la novela o lo que quiera que sea, sin altos y bajos, sin nervios, ni crisis de ansiedad, con humanidad robótica.

La Singularity University de Silicon Valley, fundada por Peter H.Diamandis, Rimond Kurzweil y Robert D. Richards, «(€) es una mezcla entre la Nasa y la madre Teresa de Calcuta. (€) Inmensa ambición y altruismo a raudales.» según el empresario, profesor y conferenciante Juan Martínez Barea que dedica su vida a promover la innovación y a impulsar las empresas tecnológicas en España.

Preparing Global Leaders and Organizations for the Future. (Preparando líderes globales y organizaciones para el futuro) reza la entrada a la web de la Singularity que tiene como patrocinador nada más y nada menos que a Google.

La finalidad de los cursos que imparten es conseguir un mejor futuro para todos pero si se acepta la robotización como substitución del hombre y no se establecen unos límites éticos esas palabras se las terminará llevando el viento.

En nuestro país seguimos tan anclados en el pasado, con el asunto de cicatrizar las heridas de la Guerra Civil€ No digo que no haya que solucionarlo, por supuesto que sí, pero que no por ello se nos escapen el presente y el futuro; qué mundo dejaremos a nuestros hijos?

Todo pinta a que será un mundo complicado; dominado por robots y dónde, por las consecuencias del cambio climático, no se podrá vivir más que en unas zonas privilegiadas.

No hay más que mirar las máquinas del metro, del supermercado, o del aeropuerto por poner algunos ejemplos. Recordemos que esas máquinas antes eran puestos de trabajo.

Sólo debería permitirse el desarrollo de la robotización al servicio del hombre y respetando sus derechos laborales. Principalmente con fines sanitarios o curativos. Pero su irrupción desproporcionada tanto en la empresa privada como en las de servicio público me parece que está siendo un grave error. Tal vez se consiga una mayor producción y más velocidad pero es descorazonador que por ello la gente se quede sin trabajo.

Al parecer, si vas a uno de los cursos de la Singularity, tras la depresión inicial, comprendes que es imposible nadar contracorriente porque, como sucede con el cambio climático, la gente sólo se cuestiona las cosas cuando las sufre. La lástima es que entonces ya es tarde.

En algunas décadas y al final de un oscuro túnel de manifestaciones y revueltas varias podríamos hallarnos en una sociedad con un paradigma completamente distinto. Una sociedad en la que trabajar será un hobby. Se trabajará por placer y los que sobrevivan, subrayemos estas tres últimas palabras, vivirán subvencionados por el Estado.

Todo el trabajo que conocemos hasta hoy lo harán los robots y el hombre se dedicará a controlarlos. Suena a película de ciencia ficción y me temo que en este caso la realidad superará en mucho a la ficción.

Cuando se conviva con robots capaces de hacer cualquier cosa, incluso de ser creativos, ¿qué espacio real le quedará al ser humano?

¿Cuánta gente se habrá perdido por el camino?

Y, ¿realmente podrán controlarlos?

Como decía Mafalda: «¡Paren el mundo que yo me quiero bajar!!!»

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