La ONU ha dedicado este año el día mundial del medio ambiente a la lucha contra las emisiones de CO2 poniendo sobre la mesa unos alarmantes datos: el 92% de la población mundial respiramos aire contaminado, una cifra que provoca un impacto de 5 billones de dólares anuales en asistencia sanitaria y 7 millones de muertes prematuras al año por la contaminación del aire, de estos, 4 millones en la región de Asia y el Pacífico. Los preocupantes parámetros que manejan en Naciones Unidas, ponen de relieve la lentitud y baja intensidad de los efectos de las políticas destinadas a la reducción de los elementos contaminantes, muy alejados de los objetivos que los propios estados miembros van adquiriendo en cada una de las Cumbres del Clima.

La situación es cada vez más perentoria y los climas de opinión mundiales son cada vez más sensibles y exigentes con los poderes públicos para que se tomen cartas en el asunto con rigor y decidida voluntad política. La gestión actual de los recursos naturales no puede condicionar las generaciones futuras, que tienen que recibir un medio ambiente saludable que implique además, que el progreso económico, social y tecnológico se produzca en armonía con la naturaleza.

Así es como los estados miembro de Naciones Unidas se han comprometido con la potente Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en lo que respecta a la protección del medio ambiente.

Sin embargo, frenar la rápida degradación que está sufriendo el planeta, aunque no debería serlo, también es cuestión de ideología y liderazgo. La creación del Alto Comisionado para la Agenda 2030 por el presidente Pedro Sánchez para impulsar y coordinar de forma interdepartamental los 17 objetivos de la Agenda, son muestra de un ejecutivo que quiere hacer del desarrollo sostenible, seña de identidad transversal en la acción política.

Concretamente y para conseguir el objetivo 13 «La acción por el Clima» ya se están empezando a tomar las primeras medidas desde el Ministerio de Transición Ecológica y que son decididas y esperanzadoras por lo de comprometido al más alto nivel con las agendas globales. Desde la constitución de la Mesa Estratégica de Energía y Clima se han puesto las bases con el anteproyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PINIEC) y la Estrategia de Transición Justa, estos son los tres pilares sobre los que se va asentar una hoja de ruta capaz de garantizarnos un marco estratégico para la consecución a la que aspiramos en 2050 de neutralizar los efectos de las emisiones CO2 y la descarbonización de nuestra economía.

En la Comunitat Valenciana durante la recién terminada legislatura se aprobó el marco Estrategia del Cambio Climático y Energía y mientras estos días se fragua el acuerdo programático del «Botànic II» la lucha contra el Cambio Climático ocupará, sin lugar a dudas, uno de los ejes principales cómo así lo destacó y adelantó durante la campaña electoral el president Ximo Puig con una decidida apuesta por visibilizar la problemática.

El president ha concurrido en los recientes comicios autonómicos con un ambicioso programa al efecto para cumplir con la Agenda 2030 y los Acuerdos de Paris: elaborar la Ley valenciana de Cambio Climático y Energía; establecer un centro de referencia internacional para la lucha contra el Cambio Climático en el Museo Príncipe Felipe con la complicidad de las Universidades; crear un Centro de Control de la Contaminación Atmosférica; crear un Fondo de adaptación al Cambio Climático en el que concurra la colaboración público privada con el concierto de la administración del Gobierno de España y de la UE así como continuar apostando por la movilidad sostenible. Estas son algunas de las líneas estratégicas que desde la Generalitat se articularán en la décima legislatura para afrontar el desafío del Cambio Climático y sus oportunidades.

Transformar nuestro mundo en un lugar mejor de aquí a 2030 lo requiere sin dilación.