En un artículo publicado recientemente en este medio, firmado por el Grup d'interés del Comtat sobre la xylella, se hace referencia, entre otros, a los ingenieros agrónomos como, poco más o menos, inductores de las medidas tomadas al respecto del control de la xylella fastidiosa.

En primer lugar, desde el Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Levante queremos mostrar la más absoluta confianza en la labor de los ingenieros agrónomos al cargo de la gestión de esta enfermedad y reconocer su actuación profesional. Están llevando a cabo una labor desagradable, difícil, pero de una trascendencia vital para el conjunto de sistema agrario europeo. Pero no lo hacen por decisión propia ni por capricho, lo hacen porque hay unas reglas claras que cumplir. Y no seremos nosotros, ni debería serlo nadie, quien incite al incumplimiento de cualquier tipo de norma.

Hemos de recordar que España forma parte de la Unión Europea, que a través de la Comisión Europea, asesorada por la European Food Safety Authority (EFSA), dicta las normas que regulan cómo deben afrontar los países miembros el combate contra enfermedades como la de la xylella fastidiosa. Las decisiones de la Comisión están avaladas por científicos y técnicos independientes, de reputada y contrastada valía internacional, una élite que propone las estrategias que se han de aplicar para atajar las amenazas sobre la agricultura comunitaria. Por lo tanto, no tenemos nada que decir al respecto de las decisiones tomadas, nos duelen cuando nos afectan, pero no son caprichosas, están basadas en el conocimiento y son de obligado cumplimiento para todos. Así se especifica en el artículo 3 de la Decisión (UE) 2015/7891: «Los estados miembros de la UE con presencia de Xylella fastidiosa están obligados a poner todos los medios en la lucha para conseguir aislar y erradicar esta bacteria».

No obstante, como cualquier norma o como cualquier investigación, se puede refutar. Por lo tanto quien entienda que las conclusiones de la EFSA son científica y técnicamente incorrectas y no responden a la defensa del interés general, debería dirigirse a esta agencia para rebatir sus tesis y proponer alternativas. Porque no estamos ante una cuestión política, ni de opinión, sino ante un problema de sanidad vegetal de extrema gravedad. Es decir, ni las acciones políticas que se han intentado, ni la discusión política que se genere, ni el deseo de cambiarla son mecanismos de alteración de las conclusiones de la EFSA, sino la evidencia científica y técnica que demuestre que otra alternativa defiende de mejor manera el interés general del conjunto de los europeos.

Así pues, desde la acción de gobierno -tanto del Ministerio como de la Conselleria- no hay alternativa a la obediencia de los dictados de la Comision Europea, porque es una decisión que escapa de su potestad. Es una cuestión, que como se ha podido observar en el propio Ministerio, es independiente de su color político, porque lo irresponsable sería justo lo contrario, desobedecer.

Llegados a este punto, el posicionamiento de este colegio podría parecer paradójico por no haber objetado nada al respecto de las actuaciones en Illes Balears y no objetar nada en las que se llevan a cabo en la Comunitat Valenciana, pero en absoluto lo es, pues en ambos casos las actuaciones derivan del cumplimiento de las normas. Si en un sitio se ha actuado de una forma y en otro, de otra, es simple y llanamente porque no estamos ante el mismo problema.

Al hilo, se debe recordar que la norma contempla una serie de medidas posibles en función de las circunstancias que se den. Si cambian las condiciones, cambia el problema y si cambia el problema, cambian las soluciones. Pero esto último no es una cuestión de querer que sea así, sino fruto de una situación contrastada y demostrada con el rigor que se requiere para ello y que en todo caso suponga una mejora para la consecución del objetivo, que es de aislar y erradicar la bacteria.

No es la primera vez que Europa es azotada por plagas o enfermedades que han originado actuaciones tan drásticas como la actual. Quizá la más conocida sea la filoxera, que motivó el arranque de nuestros viñedos. Lo aprendido de estos casos es que de ellos se sale mediante una acción coordinada, asumiendo premisas técnicas y científicas contrastadas, invirtiendo en la búsqueda de soluciones que permiten recuperar o adoptar alternativas de cultivo.