El cambio climático es un hecho. No se trata de una conjetura, una posibilidad, una hipótesis. El cambio climático antropogénico -el provocado directa o indirectamente por los seres humanos- constituye sin ningún género de dudas un hecho. Y este hecho lo va a cambiar todo. Empezando por las clásicas políticas medioambientales. En primer lugar, las va a integrar y vertebrar. Cada vez hay más distancia entre la gestión de la biodiversidad, la correspondiente a los residuos, entre las políticas respecto al medio natural y las dirigidas al medio urbano, entre la administración de recursos y la ocupación física del territorio, entre el manejo de los entornos urbanos y el de los espacios rurales. Ahora bien, tanto las directrices y actuaciones públicas encaminadas a la mitigación del cambio climático como las de adaptación a aquella parte del mismo que no logremos mitigar van a afectar a todas estas áreas, hoy crecientemente desconectadas entre sí. Y tal integración es buena, porque el medio ambiente es uno con independencia de los compartimentos que hayamos establecido para su gestión.

En segundo lugar, la lucha contra el cambio climático va a dinamizar y a rejuvenecer al conjunto de las políticas medioambientales, unas políticas que han perdido gran parte del impulso innovador y creativo que llegaron a tener lustros atrás. Y semejante rejuvenilización va a ser decisivamente impulsada por otro hecho: la relevancia que en segmentos cada vez más amplios de nuestras sociedades está cobrando el cambio climático. Empieza a haber un clamor social a favor de políticas públicas claras, decididas y urgentes contra el calentamiento planetario -una emergencia climática, se dice- hasta hacer ascender tal cuestión -en el ámbito de nuestro continente- a una de las tres o cuatro más importantes de la actual y futura política de la UE; las recientes elecciones al Parlamento Europeo así lo han confirmado.

Pero la política frente al cambio climático va a ir más lejos todavía que el comentado papel vertebrador, dinamizador y rejuvenecedor de las tradicionales políticas medioambientales. Porque va a incidir -muchos ciudadanos europeos ya lo demandan- sobre el resto de las políticas públicas. No hay área de estas que el cambio climático resulte ser algo ajeno o irrelevante: desde la educación hasta la sanidad, desde la política agraria hasta la industrial, desde la viabilidad del tejido productivo hasta la sostenibilidad de las pautas de consumo, desde las prioridades de inversión hasta la política fiscal, desde el modelo económico hasta la cohesión social. Si todo lo que conlleva el cambio climático es una verdadera problemática horizontal, también va a afectar horizontalmente a toda la Administración Pública, con independencia del nivel que ésta tenga y de la escala a la que se realice.

Nos encontramos hoy en una Comunitat Valenciana que tras un cuádruple proceso electoral inicia un nuevo periodo. Como destacada parte del mismo va a constituirse un Gobierno Valenciano que previsiblemente estará integrado por las tres formaciones políticas que componen la izquierda parlamentaria de este país. Ha llegado la hora de que las políticas medioambientales -y a su cabeza, la política climática- pasen a constituir el corazón de la Política con mayúsculas a realizar por la Generalitat Valenciana.

No cabe ya el continuismo ni mucho menos la inacción. Con independencia de la estructura administrativa con que finalmente se dote el nuevo Consell, el medio ambiente -y en particular la política frente al cambio climático- ha de adquirir una importancia sin discusión. Porque no solamente se trata de una temática estratégica sino una simple y llana cuestión de supervivencia. Ni repartos de poder, ni loterías de áreas o de cargos, ni personalismos declinantes o emergentes justifican la inercia, la autocomplacencia o la falta de decisión. El cambio climático -con sus más que graves, alarmantes efectos sobre la Comunitat Valenciana- no admite ya nada de todo esto. Ha llegado la hora de dar a las políticas climáticas y medioambientales el papel relevante y decisivo que hoy precisa este país. Sí, esta hora ha llegado.