Y a estamos otra vez con el rollo macabeo del «qué y el quién». Acabadas las elecciones y para que el «reparto de tareas» no parezca un «reparto del botín», insisten todos los elegidos en la «prioridad»: primero el qué y después el quién. A algunos, incluso, les sabe a poco y añaden el «cómo», sin dar ninguna explicación de por qué no le suman además el «porqué», el «cuándo» y el «para qué».O yo qué sé. Mala conciencia.

Uno (quiero decir yo), sin embargo, no ve mucha diferencia entre el qué y el quién. Pero incluso admitiendo los matices de la diferencia y las trampas de la sustancia entre el sujeto-quién y el verbo-qué, uno (otra vez la ficción yo) conoce montones de «quiénes» que ni de coña llevarían a cabo los «qués», y se me ocurren montañas de «qués» inalcanzables para demasiados «quiénes». Supongamos, como hipótesis, un Ministerio de la Risa o una Conselleria del Humor, como ejemplos del qué. Nadie verdaderamente serio elegiría a un Teófilo García o a un Paco Camps, por decir algo; no te digo ya a un Alvarez Cascos, como no fuera por simple parafilia.

¿Qué por qué digo esto? (Eso: «¿Por qué dices eso?»). Pues para llegar a una conclusión contra la prioridad y el rollo macabeo: ni primero el qué y ya veremos quién; ni primero el quién y después el qué. Todo a la vez, por el contrario: un quequién o un quienqué. O si quieren: no es cierto que primero lleguemos a la conclusión de que nos hace mucha falta una segunda vicepresidencia y después elijamos a alguien de Unidas, como tampoco es cierto que primero fue la Presidencia y después Ximo o la Vicepresidenta y Mònica. Y no es cierto porque aquí el botín es la tarea. O, por supuesto, yo qué sé.

Dicho esto, digo más. Aprovechando el Festival de Filosofía y la presencia de Javier Gomá (¡qué interesante lo que contó!, ¡qué guapo!, ¡qué bien habla!, ¡cómo se explica! --el orden de las interjecciones no altera el producto), añado que el más quién del qué ha sido Grezzi. El héroe ejemplar de la anterior legislatura a imitar. Ni herencias recibidas, ni falta de financiación, ni pollas en vinagre: ¿qué?, carriles; ¿quién?, el que elegisteis para el qué; ¿cómo?, pico y pala y bote de pintura; ¿cuándo?, ya; ¿por qué y para qué (aquí es lo mismo)?, para amansar el tráfico, para disminuir la contaminación, para favorecer la movilidad, para priorizar al peatón, para ahorrar. Grezzi es el «universal concreto del ejemplo» político: tiene perfectamente encarrilados los carriles en una poco frecuente simbiosis entre el sujeto elegido y el verbo por hacer. Aprendan, y si no pueden, imiten.