El terror se ha vuelto a apoderar de las aulas escolares. En este caso, ha trascendido la desagradable noticia de que un joven, de tan solo 15 años, ha acuchillado a su profesora, presuntamente por una disconformidad con la nota de un examen. ¿Se dan cuenta de la magnitud de la situación? Nunca un hecho violento es susceptible de justificación, pero ante sucesos tan estremecedores como este, a cualquier persona le vienen a la cabeza una serie de preguntas sin respuesta: ¿cómo es posible que un menor de 15 años apuñale a su profesora? ¿Y todo por una simple nota académica? Estimados lectores, el asunto tiene un calado mucho más hondo. Se trata de una sociedad imperada por el «buenismo» y por la falta de educación y disciplina, con un claro desvanecimiento -casi supresión- del principio de autoridad.

Muchos, quizás en desacuerdo conmigo, se llevarán las manos a la cabeza al leer las líneas con las que comienzo este texto. Sin embargo, hoy en día es incontestable afirmar que un gran número de los delitos violentos cometidos por menores responden a una falta de respeto a las normas que la sociedad decide autoimponerse como necesarias en pro de la convivencia y la tolerancia. Y ello, para el que suscribe estas líneas, no es sino reflejo del «buenismo» con el que muchos padres educan a sus hijos, entre otras causas. Y es que el buenismo no es otra cosa que un caldo de cultivo de futuros adultos educados en ausencia de valores.

Erróneamente muchos padres piensan que la educación -principalmente en moralidad- se recibe en el colegio. Sin embargo, lo cierto es que los niños no acuden al colegio a aprender valores como la tolerancia o el respeto a las normas sociales o legales, sino que esta educación, imprescindible hoy en día, se debe recibir en el seno de los hogares. Quizás por esta errónea creencia, muchos padres simplemente no dediquen el tiempo suficiente a sus hijos cuando éstos aún se encuentran en un proceso de maduración donde los referentes de autoridad son absolutamente necesarios para un correcto desarrollo.

Esta circunstancia, junto con las sólidas creencias que el «buenismo» ha impuesto en la sociedad -tales como el no castigar o regañar a los niños cuando hacen algo mal, el miedo que en algunas ocasiones causa que los hijos puedan denunciar a sus padres por insignificancias, así como difusión de roles con la consiguiente pérdida de autoridad de los mismos- ocasionan, junto a otros factores, la comisión por los menores de delitos violentos como el que hoy sucede.

Para más inri, el sistema educativo actual se encuentra con una clara deficiencia de recursos, tanto económicos como personales, lo cual no hace sino agravar el problema. Hoy en día se hace absolutamente imprescindible contar en la escuela con un profesional especialista en delitos relacionados con el ámbito escolar -entendiéndose comprendidos no sólo conductas tan graves como la que protagoniza estas líneas, sino también otras como el bullying o el cibersexting-. Me refiero expresamente a los criminólogos. Y es que mientras los factores que influyen no sean considerados, seguiremos bajo el imperio del «buenismo» y no de la convivencia y el respeto.