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Un conservadurismo sin centro

Que una sociedad tan conservadora de origen como la balear se haya vuelto de izquierdas tiene su interés político. El camino inverso no suele darse con frecuencia, quizás con la excepción de Madrid, tan de izquierdas al inicio de la democracia como profundamente de derechas en las últimas décadas. Se ha dicho, y con razón, que el marco cognitivo de la mayoría de los españoles es un socialismo de rostro moderado, aunque con fuertes tonalidades de buenismo. Tras siglos de un relativo aislamiento, España se abrió con la democracia a las libertades con una intensidad que tenía algo del furor del converso. La aceptación acrítica de los valores que nos llegaban de fuera iba acompañada de una relectura de nuestro pasado, no siempre con los colores más amables. Los hombres tendemos a juzgar de forma dualista -bueno y malo, blanco y negro-, de modo que despreciamos la escala de grises de la realidad. La derecha y la izquierda asumieron roles determinados, cada una con su público de fieles incondicionales. La fuerza de la ideología se manifiesta también así.

En Baleares la izquierda, de entrada, se construyó sobre una serie de partidos que iban desde las variantes del marxismo al nacionalismo insular del PSM. La derecha, en cambio, gozaba de una posición mucho más privilegiada, ya que -después de la extinción de la UCD y con la debilidad congénita de los herederos de Suárez- el PP capitalizaba la mayoría natural del conservadurismo balear, gracias al apoyo vitaminado de los regionalistas -en realidad, no muy distintos a los populares- de Unió Mallorquina. Todo este edificio voló por los aires entre los años de Matas y los de Bauzá. La aluminosis de la corrupción masiva fue de la mano con el endurecimiento ideológico que impulsó el expresidente Bauzá. Al poco tiempo, el mapa había cambiado y nada podía seguir igual.

El tapiz de estas últimas autonómicas y municipales nos muestra una izquierda crecida, con su centro ocupado por el PSIB-PSOE. En la derecha, ese sitio lo sigue capitalizando también el PP, pero ahora mucho más debilitado tanto en número de votos como en presencia institucional. Lo que era un partido capaz de agrupar más o menos la totalidad del espectro conservador, ha pasado a liderar un mosaico cada vez más incompleto. Si podemos afirmar que El Pi es el heredero natural de UM -en el sentido de que ocupa el espacio natural de la derecha más regionalista-, tanto Cs como Vox se han apresurado a cultivar el campo más españolista del PP, un voto masivamente urbano. Partiendo del mismo humus, se diría que hay una distancia ideológica mayor entre los de Font y los de Campos que entre Podemos y El Pi. El cambio sociológico es un hecho que sugiere puntos de llegada distintos.

En parte porque la actual derecha en Baleares carece de un discurso propio que dé respuesta a los problemas singulares que nos aquejan, más allá de la repetición de una serie de tópicos. Poco o nada proponen en lo que concierne a los precios de la vivienda o del alquiler, al número de visitantes en los meses punta de verano, el despliegue de infraestructuras de carácter social, la protección del medio ambiente o la educación. Nada, insisto, que no sean tópicos, muchos de ellos impracticables. La política es algo más que fiscalidad, aunque esta, en efecto, sea una parte importante de la política. Una sociedad conservadora en su origen necesita respuestas más articuladas a sus problemas si quiere continuar siéndolo. En el caso de que no lo hagan los partidos que representan esta sensibilidad, la sustitución ideológica será gradualmente inevitable.

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