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Einstein y el President

Albert Einstein si no es el mejor científico del siglo pasado (cosa imposible de dilucidar) sin duda, es el investigador que mayor huella nos ha dejado. Genio contradictorio en su biografía, bastante machista en sus decisiones vitales, fue una gran cabeza. Su colección de frases y sentencias, al igual que su interpretación del espacio-tiempo, le han sobrevivido, y no me resisto a citar una de ellas al comentar lo que ha dado de sí en materia de futuro financiero de la Generalitat Valenciana (GV), el debate de la segunda investidura de Ximo Puig como President. Decia D. Alberto, con la socarronería que acompañó toda su vida: «Locura es hacer lo mismo una y otra vez, esperando obtener resultados diferentes».

Si repetir y hacer lo mismo sin resultado tiene algo de patético para quien lo hace y para quien lo observa, escribir la misma idea, sabiendo que uno se ha equivocado reiteradamente, tiene algo más que una simple endeblez intelectual y puede empezar a rozar el esquema ético de las personas. Un individuo, aunque ejerza de político, oficio para el cual no se exigen grandes coherencias morales, debe saber cuándo hay que cambiar.

En el Documento firmado ¡el martes hizo cuatro años! que dio lugar a lo que ahora llamamos Botànic 1, en su última sección se lee: «Queremos un gobierno que defienda los intereses de los valencianos dentro y fuera de nuestro territorio. Nunca más queremos que se nos trate como ciudadanos de segunda, ni desde Madrid, ni desde Bruselas. La Comunidad Valenciana debe ser el centro de la acción política. Exigir al Estado, a través de acciones políticas y legales, una financiación adecuada para poder garantizar la prestación de los servicios públicos. Exigir el reconocimiento de la Deuda Histórica del Estado».

Cada uno tendrá su criterio sobre la auto calificación de los valencianos como ciudadanos de segunda, con Madrid y Bruselas en los papeles de felones, sin embargo no hay duda que nada ha cambiado en materia de financiación, como no sea la deuda que la GV ha ido acumulando, con el visto bueno de las autoridades estatales y comunitarias. Ante este fracaso, incumplimiento, equivocación o como quiera calificarse, ninguna explicación se ha dado, a la hora de formar el reciente Botànic 2, como no sea incrementar las anteriores acusaciones de felonía y reiterar el ejercicio victimista.

En el acuerdo del Botànic 2, nada ha cambiado como no sea la forma (punto 4 del Eje 6): «Reforma inmediata del sistema de financiación, y regularización de la deuda histórica. Establecimiento de un calendario para la reforma inmediata del sistema de financiación autonómico, basada en las recomendaciones de los expertos nombrados por el Consell; así como la aprobación de mecanismos temporales de compensación mientras no se produzca esta reforma. Reconocimiento de la deuda histórica a partir del momento en que se llevaran a cabo las transferencia de competencias a la Generalitat Valenciana, así también, la definición y el establecimiento de un mecanismo de compensación de estos déficits».

Con mucha dificultad uno puede llegar a justificar que en campaña electoral se puedan hacer ofertas que no van a poder ser cumplidas, ya que el elector acaba decidiéndose por razones poco relacionadas con las maravillas de un programa electoral. Lo que resulta intelectualmente insoportable es que se incluya en un ¡programa de gobierno! aquello que racionalmente imposible, por mucho sentimiento y alharacas que en ello se ponga. Poner como objetivos lo escrito en este Punto 4 del Eje 6, cuando nadie sabe de dónde pueden salir los fondos para satisfacer estas demandas, recuerdan los mecanismos utilizados en Cataluña, durante años, tanto en el pujolismo, como en el postpujolismo (recomiendo no solo por razones de tocayo «La memoria personal» de Gregorio Morán). ¿Qué decidirá el Consell, si no recibe una satisfacción de Madrid o de Bruselas? Pedirá perdón por lo prometido, o la independencia.

No es difícil decir la verdad a los valencianos, explicando que temporalmente hay que devolver al gobierno central Estado aquellas competencias que no pueden atenderse con la financiación que se recibe. No quiero pensar que la razón para no plantearlo pueda estar en que entonces el incremento en el número de consellerias, agencias, institutos y nuevos centros no sería justificable (Ver «El tripartito desafía el plan de ajuste» en el Levante-EMV del pasado viernes). Si así fuera estaríamos confundiendo el eje derecha-izquierda con el de centro-periferia y así, no hay forma de aplicar rigor alguno.

La dura realidad, de ahora mismo, la describió Las Provincias en su titular del pasado día 8. «El Consell admite que en 2018 gastó 1.130 millones más de los previstos». A menos que se decida por vías inexploradas hasta ahora en Valencia, el Botànic 2, tampoco va a poder afrontar por sí solo las carencias de unas transferencias que en su momento aceptó alocadamente la GV. Será insoportable vivir otros cuatro años con una deuda inmanejable y una canción constantemente victimista. Nada de ello se dijo en Les Corts, no sólo por parte del President, tampoco por una oposición que parece ignorarlo todo. Se hará muy difícil analizar el devenir del Consell en los próximos cuatro años, pero después de tanto tiempo pidiendo una racionalización (nunca una desaparición del estado de las autonomías) vale otra frase de Einstein: El verdadero fracaso surge cuando dejas de perseverar.

Las Autonomías forman parte del Estado Reino de España que todos queremos por mucho tiempo radicalmente democrático. Puestos a recurrir a frases de otros, es oportuna una del historiador americano, Timothy Snyder, citada por Emili Piera, bien conocido por los lectores de Levante-EMV, en su reciente «Oficio de Lance»: «La democracia requiere el Estado de derecho, el Estado de derecho requiere confianza y la confianza requiere que creamos en la verdad. Por eso la posverdad es prefascismo». Si el Botànic 2, sigue gobernando como si tuviera los recursos para hacerlo, puede caer en un populismo aceptado por muchos valencianos. Terminamos con D. Alberto: «Lo que dice la mayoría no siempre es verdadero, y lo verdadero no siempre lo dice la mayoría».

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