En los últimos años la juventud ha sido capaz de poner en la agenda pública temas importantes, como son la crisis del cambio climático o la necesidad de luchar de forma clara contra el machismo, una lacra que afecta en gran medida a este sector de la población. Nadie dudaría hoy en día de que la juventud ha tomado las riendas de su propio futuro, pero desde el Consell Valencià de la Joventut siempre defendemos que somos el presente. ¿Tiene el gobierno tan clara esta premisa?

En lo que respecta al cambio climático, la hasta ahora vicepresidenta del Consell y encargada de elaborar las políticas dirigidas a la juventud valenciana, Mónica Oltra, comentó después de firmar el acuerdo de gobierno que «nos va la vida de nuestros hijos e hijas en ello». Sí, el cambio climático nos importa. Al igual que nos importa tener una vivienda, un trabajo digno o igualdad de oportunidades. Por eso, hay que hacer políticas integrales de juventud, porque precisamente somos el presente, no el futuro. Y, por ello, apostar por las personas jóvenes es apostar en seguro, es apostar a corto y a largo plazo.

Hace cuatro años se firmó el primer pacte del Botànic en el cual la palabra juventud no aparecía en todo el acuerdo. Hoy, cuatro años después, en el segundo acuerdo, aparece en tres ocasiones: una, para darle seguimiento a la estrategia valenciana de la juventud, otra referida al alquiler joven y, por último, para dar reconocimiento a la educación no formal.

Esta última, insertada de forma aislada dentro del bloque de igualdad y feminismos, parece la gran olvidada en todas las políticas. Parece que se olvidan de que la educación no formal cubre necesidades sociales que el currículo de la educación formal no aborda. Valores, compromiso por el cambio social, cuestiones que posibilitan una ciudadanía más justa y comprometida. Es un tema que funciona como eje vertebrador de los derechos de la ciudadanía y en el que miles de jóvenes llevan trabajando, voluntariamente, durante mucho tiempo. Por ello, durante estos próximos cuatro años, no puede quedar como un hecho anecdótico dentro de ese bloque: es fundamental que tanto los responsables políticos como el funcionariado reconozcan ese gran trabajo y le den valor a la educación no formal.

Pero debemos ir mucho más allá. Es necesario que el gobierno de la Generalitat ponga todos sus esfuerzos y recursos para que los más de 280.000 jóvenes en riesgo de exclusión social mejoren su situación. Una tasa que se sitúa más de tres puntos por encima de la media estatal y que afecta, sobre todo, a mujeres jóvenes.

También deben trabajar duramente para revertir otra realidad: que solo uno de cada diez jóvenes consigue emanciparse antes de los 30 años, tal como apunta el observatorio de emancipación del Consejo de la Juventud de España, o el hecho de que 9 de cada 10 contratos a personas jóvenes son eventuales. Jóvenes que tienen prácticamente imposible construir un proyecto vital.

¿Se ha olvidado el gobierno de estas cuestiones? En el mismo acuerdo del Botànic II, se hace referencia a la Estratègia Valenciana de Joventut (EVJ): «Desplegarem l'Estratègia Valenciana de Joventut, en el marc del nou consell rector de l'IVAJ, garantint el dret a la participació i incidència política així com la transversalitat de les polítiques integrals de joventut». Que aparezca en el nuevo pacto es importante, pero lo es más aún el hecho de que ese objetivo no quede en papel mojado. Es imprescindible que todas las Consellerias hagan de la Estrategia Valenciana de Juventud una prioridad y que se coordinen entre ellas, algo que brilló por su ausencia durante el proceso de su elaboración.

Porque los y las jóvenes tenemos mucho que decir y el Pacte del Botànic debe estar dispuesto a escucharlo. No queremos ser sólo oyentes pasivos/as de las políticas que nos afectan, sino que cada acción debe abordarse desde una perspectiva juvenil. Y, en eso, las personas jóvenes debemos ser las protagonistas. Porque, como no nos cansaremos de repetir: la juventud no somos el futuro, somos el presente.