La cadena de gran consumo en España sigue siendo ejemplar en innovación permanente, y aunque los procesos de innovación están muy ligados a los grandes retos del sector como la logística y la distribución en la última milla, la economía circular, la aplicación de inteligencia artificial en toda la cadena, la cooperación en los procesos, la atracción de talento o la implicación social, también es cierto que cada vez más el gran consumo debe responder al doble reto de una sociedad cambiante y exigente.

Esta semana Valencia será el escenario de la presentación del Observatorio de Innovación en gran Consumo en España, que promueve la Fundación Privada Institut Cerdà y que recoge los principales retos del sector y una selección de las 20 innovaciones que más se ajustan a esos retos. Esa herramienta es la que nos debe permitir avanzar hacia una reflexión más profunda. Nos enfrentamos a cambios demográficos relevantes, como la nueva tercera edad (con más longevidad, mejor salud y más poder adquisitivo), a la reducción del número de hijos por familia (más protegidos, más dependientes de los padres), a la necesidad de atender a un ciudadano con hábitos de alimentación más saludables, atento al kilómetro 0 y a la producción sostenible, a afrontar el incremento de la incidencia de intolerancias y sobre todo, a una sociedad mucho más militante, más exigente y más comunicada, que actúa como verdaderos líderes de opinión, fuentes de información y medios de comunicación en potencia y que duda y mucho de la credibilidad de las empresas y organizaciones.

El reto no solo está en innovar permanentemente, sino en adaptarse al pensamiento y a las demandas de esa sociedad y para ello debemos empezar por monitorizarla, escucharla, comprenderla, conocerla, pero también implicarla, convencerla, conseguir su confianza. Sin duda, no son retos menores ni son fáciles de aplicar porque cuando hablamos de la cadena de gran consumo nos referimos a todos los que forman parte, desde el pequeño agricultor al gran productor, desde el elaborador artesano hasta la gran industria, desde el pequeño comercio a la gran superficie, incluyendo centros de investigación, centros de educación, asociaciones del sector y todos los que de una manera u otra hacen posible que el producto exista y llegue a manos del consumidor.

Zigmunt Baugman, sociólogo y filosofo polaco, creador del concepto de “amor líquido” decía que lo que antes era un proyecto para “toda la vida” hoy se ha convertido en un atributo del momento. Una vez diseñado, el futuro ya no es “para siempre”, sino que necesita ser montado y desmontado continuamente. Cada una de estas dos operaciones, aparentemente contradictorias, tiene una importancia equiparable y tiende a ser absorbente por igual. Esa es la filosofía que debe imperar, también en el sector de gran consumo. La innovación no persiste, debe ser constante porque la sociedad se reinventa también a cada paso.

Y gracias a ello veremos nuevos productos, nuevas formas de producir, nuevas maneras de llegar a los consumidores; sabremos más sobre todo aquello que consumimos y formaremos parte de su desarrollo y sobre todo, tomaremos consciencia de que esos productos deben ser respetuosos con el entorno y comprometidos con la sociedad. Un reto apasionante.