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Picatostes

Falles folles fetes foc

Aliteración: Reiteración o repetición de sonidos semejantes en un texto o fragmento literario. Cuando leí por primera vez el titulo del libro Assaig d’aproximació a Falles folles fetes foc mi dominio de los recursos lingüísticos se encontraba todavía en fase virginal. Mis coordenadas estéticas circulaban de ida y vuelta entre Serrat y David Bowie, Cat Stevens y Françoise Hardy. Un distinguido y culto profesor del Instituto, Arcadio López-Casanovas, intentaba ponernos en sintonía con la materia poética. Para un trabajo de clase me tocó en suerte analizar un poema del libro El Rayo que no cesa de Miguel Hernández, ese mismo poeta que el diputado autonómico, el señor Toni Cantó, reivindica ahora como objeto arrojadizo contra el nuevo gobierno del Molt Honorable XP. Quizás al antiguo modelo juvenil de Francis Montesinos se le han cruzado los cables líricos y ha confundido aquello de «la poesía es un arma de cargada de futuro» que cantaba Paco Ibáñez con la poesía es un arma de destrucción masiva según el Verbo Ciudadano. Igual un día de estos lo vemos para nuestra sorpresa- como acreditación valencianista-recitando La Barraca del padre de la patria, don Teodor Llorente desde la tribuna del parlamento autonómico: «Blanca, polida, sonrissent, bledana…»

Regresando a los versos hernandianos y la aliteración como arma literaria, en uno de los fragmentos del poema de El Rayo que no cesa me topé con los versos -para mí iniciáticos- del poeta de Orihuela: Tus sustanciales besos, mi sustento… Después de aquellas Falles folles fetes foc, la aliteración volvía a cruzarse en mi vida bachiller junto a las vicisitudes de La dame patronesse de Jacques Brel que el profesor Pepe Aibar nos descubría en la clase de francés. La fortuna quiso que tuviera como «asesor literario» para el trabajo poético de clase a Josep Piera y otras plumas literarias que se reunían en la librería Ausiàs March, una de las librerías «nueva ola» que conducían la pareja Fredéric Martí y Toni Beneyto o Toni Mestre más tarde para las ondas radiofónicas y objeto de atención preferente de los cocteles incendiarios de la extrema derecha. Creo que la primera vez que entré en la librería fue buscando un disco de Lluís Llach, Irene, que había descubierto en un programa de radio que conducía José Maria Íñigo, en ese momento el top de los locutores radiofónicos que ahora se hacían llamar disc-jockeys. Luego volví a ir a la librería, esta vez acompañado de Rafa Gallart, un director de teatro que acababa de regresar de Madrid despues de colaborar durante algunos años con José María Morera en algunos de los montajes más llamativos de la escena madrileña. Gallart también estaría en la «invención» del primer café-teatro valenciano con textos de Boris Vian, Jacques Prevert, René de Obaldia y otros insurgentes en el teatro de la Societat Coral El Micalet. Su desaparición hace algunos años pasó sin apenas altavoz. Creativo, brillante, impertinente, heterodoxo, caótico, desgraciadamente su trayectoria artística acabaría entre más zonas de sombra y proyectos frustrados que de luces escénicas. Su puesta en escena del clásico valenciano La infanta Tellina i el Rei Matarot del Pare Mulet en el otoño de 1975 es sin duda uno de los montajes más gozosos de la escena valenciana de aquellos primeros momentos de la transición con un Joan Monleón explotando en todos los sentidos en el trayecto que conducía desde la horchatería La Holandesa de la Avenida del Oeste a los vetustos salones de la Sociedad Coral El Micalet y una troupe teatral, entre profesionales y amateurs, donde se mezclaba toda la modernidad local, la bohemia dorada de la ciudad, actores como Empar Ferrer y Enric Benavent, Lluís Fernández, Merxe Banyuls, Salvador Jáfer, Rafa Ferrando, el músico Jordi Pi, la pareja Josep Lozano y Lluís Nadal o Rafa Gassent, en su doble-o triple- función de diseñador de vestuario, escenógrafo y actor, alternando las funciones de Rey Tabalada y de transformista de Sara Montiel de El último cuplé.

Precisamente Rafa Gassent había sido el autor de la portada original del libro Assaig d’aproximació a Falles folles fetes foc que ahora se reedita en una magnifica edición revisada a cargo de Jordi Mañes Font y la editorial Perifèric Edicions. La portada del libro presentaba el rostro bíblico de Amadeu Fabregat envuelto en un delirium tremens ornamental inspirado en el cartel de la película Tuset Street de Sara Montiel. Rafael Gassent, como Rafael Gallart o la pareja Rafa Ferrando&Lluís Fernández y sus locales de referencia Capsa y Christopher Lee ya se merecen un pequeño-grande reconocimiento o relectura por parte de nuestros gestores culturales como pioneros de aquella modernidad en tránsito entre los años sesenta y setenta que se proyectó en el teatro, el diseño, el cine independiente, la Cançó, la publicidad o creando espacios que sirvieron de punto de encuentro de la primera movida valenciana.

Mientras Rafa Gassent se auto-homenajeaba en el rostro de Marilyn Monroe para el cartel de su película Montaje paralelo, bares como Capsa o más tarde Christopher Lee, servían de rompeolas y cocketelera antifranquista entre retratos de Elvis Presley o la silueta gráfica de Marlene Dietrich en El Ángel azul. Del pop al camp. Y del in al out.

Leo que València vuelve a reclamarse como «la terra de les flors, de la llum i del color» como lema de la celebración del día del Orgullo Gay en versión municipal. Aquella primera modernidad valenciana de los 70 ya reivindicaba el pasodoble del Maestro Padilla fuera en la voz de Sara Montiel o más exótica -por lo del acento francés- de La Mistinguett con voluntad hedonista y festiva. No sé si en los tiempos de la corporación Rita-PP se llegaron a desempolvar los versos de la València de José Padilla para alguna celebración, pero me temo que desde la oposición se habrían levantado un auténtico tsunami de invectivas. Las cosas cambian que decía el título de una película de David Mamet.

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