«Ara es el temps, però, de la victòria,/el triomf del seny sobre l’instint sorrut./Demà l’oblit aminvarà la glòria,/car no és heroi qui triomfa del vençut».

Bernat Artola, Castelló (1904-1958)

Los valencianos hemos vivido nuestro particular paseo de la Jarretera con foto de familia y parabienes en el Palau. Ante la mirada escéptica de los presidentes empresariales de la CEV y las Cámaras de Comercio, Salvador Navarro y José Vicente Morata. Con ausencia en el palco de invitados del displicente Vicente Boluda, presidente de AVE. La victoria es agridulce. No confundir el confort de aposentarse en los sillones, cuatro años más, con la relajación en defensa de los intereses ciudadanos.

La compañía. Los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, son aplicables a la cuádruple convocatoria electoral que ha marcado la primavera de 2019. Congregación de la que no se fiaban ni franciscanos ni dominicos. Ni el mismo Vaticano que hoy implementa, el jesuita Jorge Bergoglio -Papa Francisco- desde la imponente sede romana de San Pedro. A Ignacio, que organizó su orden religiosa, al modo de milicia, el Pontífice Paulo III, en 1540, le exigió voto de obediencia incondicional al Papa, para autorizar su constitución. Todo un gobierno paralelo. Los ejercicios llevan a discernir y decidir para superar descarríos y errores. A enderezar el plan de vida fecundo y perdurable. Pura psicología.

Suben y bajan. Los valencianos afrontan el porvenir con incertidumbre. La autonomía va a seguir orientada por el «Espíritu de Morella» que acompaña al president de la Generalitat, Ximo Puig i Ferrer, desde 2015. Botànic II de continuidad. Rubén Matínez Dalmau -va a por Compromís- prefería el Pacte del Montgó. Para situarlo ya en tierras alicantinas donde tiene que pasar lo mejor. El acuerdo se firmó en el alicantino Castell de Santa Bàrbara entre las fuerzas -PSOE, Compromís, Podem- que apuntalan el Consell - 2019. El conseller de Economia, Rafael Climent -»komarka» para los amigos- junto con la nueva de Agricultura, Mireia Mollà; la de Innovación -con sede en Alicante-, Carolina Pascual y el vicepresident en cuña, Martínez Dalmau, son de raíz alicantina. Voces discordantes como la del presidente del lobby empresarial AVE, Vicente Boluda, recelan ya del Botànic II. Temprana disensión de socios agradecidos.

Cosecha. Los que ganan: el PSOE se encastilla con el círculo íntimo de Ximo Puig (Vicent Soler, Gabriela Bravo y el valor en alza, mi paisano, el implacable Arcadi España) y Unides Podem pasa de cero a dos conselleries, más una vicepresidencia. Compromís pierde, con el resultado de los comicios autonómicos, al pasar de 19 a 17 diputados en las Corts Valencianes. El retroceso de la formación valencianista prosigue con las elecciones generales, donde, contra todo pronóstico (tres escaños), de cuatro diputados al Congreso se queda con uno: Joan Baldoví. La esperanza blanca de integración en la formación valencianista. Compromís acusa resultados insatisfactorios en las elecciones municipales. Ha recibido una advertencia a enmendar. Ha flaqueado en comarcas donde tradicionalmente tenía mayor arraigo: las Marinas, Ribera del Xùquer, Vall d’Albaida, L’Alcoià, la Safor, la Costera, Camp de Morvedre y zonas altas de Castelló. ¿Alguien dimite?

Autocrítica. En términos de poder y gobierno, los partidos políticos hacen su catarsis. El frente de derecha (PP,Cs y VOX) suspendió hasta próximas convocatorias en la CV. Después de cuatro años de Consell del Botànic, vendió cara su expectativa en un clima adverso: el PSOE de subida, marea de corrupción en ascenso, opciones conservadoras fragmentadas. Estrategia manida y trasnochada. El bloque de izquierda ha salvado el trance con dificultad. La autonomía con mayor estabilidad y continuidad del Estado, al gobernar bajo el mismo paraguas político la Generalitat y la metrópoli de València. Cuya «Casa Gran» preside Joan Ribó.

Vergonya i trellat. Compromís ha de asumir que el estilo Ribó -gestión, moderación, firmeza, ponderación y diálogo- es el que le ha dado la victoria. Ha hecho los deberes. El único frente electoral en el que ha avanzado la formación valencianista desde 2015. Los resultados dicen que Compromís no ha rentabilizado su acción de gobierno en la Generalitat. Que su mensaje valenciano ha sido errático y sin proyección en el electorado. Que la economía, primero es economía desde la competitividad para crear empleo y después del bien común. Que no se puede pactar con el diablo. Que hay que aprovechar los resortes y las instituciones para gobernar para todos: pobres y ricos. Que el valencianismo es la seña de identidad de Compromís: «Vergonya i trellat».

Que los frentes reivindicativos ante la Administración central siguen ahí: financiación, Corredor Mediterráneo, infraestructuras, inversión justa, comarcalización, soterramiento de vías, aprovechamiento ciudadano de zonas portuarias. Cinco millones de valencianos lo merecen y reclaman. En palabras del socialista jacobino, Josep Borrell, «los valencianos han de gritar más» para que se les escuche. Para que se les vea y se les respete. Más que los catalanes, que los vascos y navarros, que los andaluces y los madrileños, juntos. Aviso a nautas: se busca partido bisagra de centro-liberal de obediencia valenciana. ¡Al tiempo!