MUY. Si yo tuviera que reincidir en la vieja, cansina y zanjada cuestión de la prioridad entre «el qui i el què», añadiría que la cuestión por zanjar de la vicealcaldía de València y las demandas de Sandra Gomez entran de lleno en el «quiquiriquí», que es como llamo al «qui» reiterado y que no cesa. Dice Sandra Gómez que quiere un liderazgo y un protagonismo compartido, como ocurre en la Generalitat con Ximo y Mónica. El tema del protagonismo es una cosa baladí y azarosa: nadie conoce al vicepresidente de EE UU o, sin tener que irnos tan lejos, al vicealcalde de Quatretondeta, si lo hubiera o aunque lo hubiese. Pero en la comparación con el Consell se equivoca. Las comparaciones siempre son argumentaciones débiles y sólo un poco válidas si proceden; y aquí creo que no es lo mismo. En el inmediato pasado, Mónica Oltra no compartió con Ximo Puig el liderazgo ni el protagonismo, sino que aportó el suyo propio a la institución. En términos aritméticos, no se dividió por dos la potestas, sino que sumó su autoritas; en términos patrimoniales: nada de bienes gananciales, sino herencia propia. Dicho eso, que ahí queda, digo esto otro: Sandra ¿para qué necesitamos nosotros una vicealcaldía? Conste que no lo digo por decir y conste también lo contrario: que lo digo por decir, porque si no quisiera decirlo no lo hubiera dicho. ¡O hubiese! ¡Peste y carestía!

MAL. A veces uno se aferra a los prejuicios por inercia, sin darse cuenta. Así, uno (nota: siempre que escribo «uno», léase «yo», que no eres «tú») asocia la derecha política, económica y sociológica con la «gente de orden», la «gente de bien», de buena educación y mejor crianza, adalides del jolines, del cáspita y el caramba por todo exceso. Pero no, o no todos y no siempre, luego no. En la toma de posesión del Jefe del Consell la derecha encolerizada no saludó, ni aplaudió, ni asistió a la recepción. Entiendo que no aplaudieran, cuestión de aquiescencia (incluso Fernando Fernán Gómez se preguntaba por qué aplaudir a los cómicos y artistas y no a los dentistas y bomberos), pero el saludo y la asistencia es sólo cortesía derivada de los usos y costumbres. Al día siguiente, en el acto institucional del inicio de legislatura, la derecha enfurecida y crispada tampoco hizo acto de presencia. Dijeron que no fueron por coherencia; todo indica, sin embargo, que ha sido por falta de educación, que es como también se llama a la mala. Toni Cantó lo tiene diáfano (quiero decir, por tabicar): «Si el primer Botànic fue malo, este es todavía peor», dice; que es como el que asiste a un bautizo y mirando furibundo a la criatura le dice a la madrina para que lo oiga la pila bautismal: «Si su padre fue un cabrón, este es peor». ¡Quien dice cabrón, dice jolines o come fosse figlio d´una capra! Peste y carestía: muy mal.