Para ola de calor, la de Ciudadanos. No sé si el IBEX 35 ha ejercido de pirómano, pero siempre es sospechoso tanto de hacer como de no hacer cuando se trata del partido de Albert Rivera. Ahora que arrecian las críticas, no está de más recordar que ha conseguido los mejores resultados de una tercera fuerza ajena a las dos grandes de siempre. Ya quisiera Pablo Iglesias para sí los votos que ha recolectado su pareja de baile de eso que se llamó la nueva política. El problema de Rivera es que la política actual es de caducidad temprana. Eso y que es el más fervoroso creyente del bipartidismo. En lugar de propiciar una vía de centro entre los dos partidos clásicos, ha olido la sangre popular y se ha viciado con devorar al PP. ¿Quién sabe? Igual la amplia mayoría de analistas y librepensadores está equivocada y, a pesar de estas renuncias de dirigentes del ala más liberal, Rivera y Cantó (que juega a lo mismo en el espacio valenciano, a tapar a Bonig y a coquetear con Vox si hace falta) acaban triunfando. Difícil lo tienen con su barquito moderno frente al transatlántico (a veces rancio, pero gigantesco) que es el PP, con un arraigo local complicado de hundir. ¿El Titánic no eran los otros?, se preguntará a estas alturas Bonig.
En el otro lado está Pedro Sánchez, al que nadie le pregunta si quiere o no a Albert Rivera como animal de compañía. Se da por hecho que lo preferiría porque entre ambos suman una mayoría holgada para afrontar el futuro. La cuestión es si esa presunta tranquilidad sería positiva para España o si un acuerdo en el que estén de alguna manera Podemos (algún ministerio mediante), el PNV y ERC puede ser más favorable a un proyecto plurinacional de España. Tiene sus peligros, bastantes, en especial porque ERC presenta un día su perfil moderado y al siguiente, el radical. Pero entre ese riesgo y la asunción por Sánchez de una visión uniformadora de España que supondría el abrazo de Ciudadanos, creo que el progreso está en la primera opción, si por avance entendemos la posibilidad de encontrar salidas al embrollo político actual. Pero seguro no hay nada en esta niebla política.
