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Gemma Martínez

El apunte

Gemma Martínez

Una sociedad sin fruta es una sociedad enferma

Las naranjas huelen a casa y a morriña, sobre todo cuando vives fuera de València y echas de menos sin disimular. Mis padres nunca vivieron de la agricultura, pero sí tenían -y todavía tienen- un pequeño huerto frutal en la casa de campo del pueblo, ese refugio al que vuelven todos los fines de semana. Desde hace más de diez años, cultivan con mimo dos naranjos, los únicos que tienen, que son parte de la familia. Producen Navel Lates de gran calidad que devoramos a partir de febrero, solo los de casa. La producción es tan pequeña, por la poca tierra disponible, que no da para más. Ni siquiera para repartir entre todos los que más quieres. Al menos no todos los años. Cuando hace una década vivía en Estados Unidos y volvía a casa dos veces al año, eran mi alimento. Debía contenerme para no llevarlas de regreso en la maleta. A pesar de que tenía amigos que se atrevían a introducir comida sin pudor y sin miedo a la aduana neoyorquina, a mí siempre me faltó el valor para intentarlo. Me conformé, en cambio, con las naranjas de California, que compraba a precio de dolor de riñón por mucho que nunca fueran lo mismo que las de casa. Ahora, ya asentada en el territorio que me vio nacer, puedo disfrutar de nuestras naranjas con fruición. Sin fruta no hay Gemma Martínez. Comprenderán, ahora que saben esto de mí, por qué me resulta incomprensible el informe del Ministerio de Agricultura que José Luis Zaragozá detallaba anteayer en estas páginas. Los valencianos son los españoles que menos naranjas consumen, con 11,31 kilogramos por persona y año en 2018. Son seis kilos menos que la media. La encuesta mide el consumo, la ingesta de los cítricos, no el gasto en estas frutas. Es decir, que no sirve la excusa de que los valencianos no compran porque comen las de sus propios campos. Qué pena me da esto a mí, que como las de mis padres y que compro en otras épocas del año. Una sociedad que apenas come fruta es una sociedad enferma, mucho más si esa inapetencia daña al campo de tu propia tierra.

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