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Butaca de patio

El imbatible teatro

Dice Carlos Hipólito que en esta época de realidades virtuales, en la que vivimos muchas cosas a través de pantallas, «la emoción en vivo del teatro resulta imbatible para las nuevas tecnologías». Desde su experiencia de décadas en los escenarios, los sets de televisión o los platós de rodajes cinematográficos, uno de los mejores actores españoles constata que el teatro goza de buena salud a pesar de sus más de 2.000 años de antigüedad. Otros colegas de Hipólito, como Josep Maria Flotats, resumen también de un modo sencillo la esencia del teatro y, por tanto, su capacidad de supervivencia. «Se trata de un buen texto interpretado por unos excelentes actores», suele señalar el director catalán.

El teatro, que fue sentenciado a muerte cada vez que una nueva manifestación artística o una revolucionaria herramienta tecnológica irrumpían en el panorama, sobrevive porque apela a lo más genuino del ser humano: la necesidad de contar y de escuchar historias. Sin ir más lejos, el mito de Sherezade se ha convertido en una referencia universal porque simboliza ese deseo. Cierto que el teatro ya no atrae a grandes masas como hace un siglo porque las posibilidades de ocio y de cultura se han multiplicado hasta el infinito. Pero miles de personas siguen asistiendo todos los días a unos espectáculos en vivo y en directo que han resistido la competencia del cine, la radio, la televisión o incluso internet. Sean dramas, comedias o musicales la magia del teatro pervive.

Vienen estas reflexiones a cuento ahora que comienza el verano y las plazas de muchos pueblos y ciudades se llenan de grupos teatrales, amateurs o profesionales, que entretienen a variados públicos como ya hicieran los juglares medievales. Hasta un total de 15 festivales llevan a escena en España obras de teatro clásico con citas como Almagro o Mérida a la cabeza, pero pasando por Alcalá de Henares, Olite, Niebla, el barcelonés Grec o el valenciano Sagunt a escena. En nuestro caso, a veces a trancas y barrancas, una innegable tradición teatral dio paso en la democracia a una renovación de la escena con nombres como Rodolf Sirera, Toni Tordera, Santiago Sánchez o Albena Teatre por citar algunos ejemplos. No obstante, algunos buenos aficionados se lamentan en ocasiones, y con razón, de las carencias del teatro valenciano. Ahora bien la comparación no sería justa con las carteleras de Madrid o de Barcelona, capitales que duplican o triplican la población de València, porque la referencia debe establecerse con ciudades españolas o europeas de un tamaño similar al cap i casal. En cualquier caso, los valencianos contamos con algunas ventajas de partida para que el teatro resulte también imbatible en nuestra tierra. Estamos hablando del gusto por el disfraz, de la desdramatización de la vida, del hedonismo de vivir el presente, de la facilidad para transitar del drama a la comedia y a la inversa… Son señas de identidad que se hallan en la base de nuestra afición por el teatro y que antiguamente llevaban a decir a algunos aficionados que el día que todos los actores valencianos secundaran una huelga, habría que suspender las representaciones en toda España.

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