“La sangre es algo natural, bonita, hemos de estar orgullosas si manchamos” es el discurso joven sobre la menstruación, repetido por Alba García Buenache responsable del taller de compresas ecológicas durante la Semana Antiespecista. Confeccionar compresas personalizadas, reutilizables y respetuosas con el medio ambiente es otra forma de salvaguardar la Tierra. Una docena de chicas, vía redes sociales, se apuntaron a la actividad y hablaron de la menstruación. ¡Basta de oscurantismo sobre el cuerpo humano! sobretodo el femenino. Aquí están las nuevas generaciones imperturbables, enfrentadas a estructuras fetichistas.

Alba, activista en colectivos de personas con discapacidad, se niega a integrarse en movimientos sociales no profesantes del veganísmo, “Una revolución silenciosa está cambiando Europa y el resto de los países desarrollados: un cambio cultural sorprendente que nos está llevando a un mundo ateo, vegano y asexual”, (“Magnet Xataka,com”, 17/11/2017). “Mejor si en tu lucha incluyes toda la opresión. Colectivos feministas hay muchos, ¿por qué no hay uno para todas? Quiero ser muy cañera en feminismo”. En La Jungla, restaurante ciento por ciento vegano, las compresas coparon el estrellato en uno de los tres niveles del local, a los que se accede por varias escaleras como laberínticas opciones de escenarios de videojuego.

“Me gustaría que todo fuese ecológico, pero al final he cortado una cortina de baño (para la capa impermeable)”, se compungía la joven villamarchatera, mientras ofrecía a las participantes camisetas de algodón y vestidos para recortar y confeccionar las compresas biodegradables, “alternativa basura cero”; proyectando desde la higiene íntima la defensa medioambiental y responsabilidad individual frente a una potente industria desarrollada en función del impresionante nicho de mercado planetario existente, con ganancias megamillonarias desde hace algo más de un siglo. Emporios y lobbies de higiene sanitaria retratados en el magnífico artículo de Cristina de Fina para el tabloide quincenal Diagonal hace tres años: “Cada año se desechan en nuestro país casi tres mil millones de tampones y compresas. Añadámosle los aplicadores y envoltorios de plástico de cada tampón de última generación. De acuerdo con la lógica de mercado, a más sofisticación del producto, precio más alto y más basura inútil”. El reciclado se ha posicionado en la inquietud social favoreciendo una economía circular ecológica, respetuosa con el resto de especies.

René König en Sociología de la moda, escribe: “La intimidad es un descubrimiento del siglo XIX”, haciendo referencia a “la ropa higiénica del Prof. Jäger” (Gustav Jaeger fundador de la Jaeger Company en mil ochocientos ochenta y cuatro, que priorizaba la utilización de fibras animales); el mismo autor, sociólogo y profesor universitario alemán, apunta también que “desde fines del siglo XIX, se ha iniciado una fase completamente nueva con el desarrollo explosivo de las fibras artificiales, que cada vez más fueron situándose al lado de las fibras animales y vegetales hasta entonces conocidas. Lo que se ha dicho de la industria, de que en ella la era del hierro y del acero ha sido substituida por la del aluminio y de los plásticos, puede decirse también de la industria textil en su conjunto”.

No bañarse, no lavarse el pelo, no tener relaciones sexuales, no hacer ejercicios gimnásticos. No, no, no. En colegios y familias se estigmatizó la menstruación, ¡aún sucede en ciertos núcleos! Cuando la menarquia aparecía, entre los diez y quince años, las jóvenes, completamente in albis del tema, ocultaban el hecho fisiológico creídas de que aquello era algo sucio, impuro. Desinformación para acogotar y reprimir, ignorancia como alimento para la sumisión.¿Cuántos libros, no técnicos, recogían vivencias o figuraciones literarias sobre la menstruación?

¿Qué proyectos se barajan actualmente contra la “pobreza menstrual”? ¿Todos los economatos militares surten de productos de higiene íntima femenina? ¿Es obligatorio tener compresas, tampones y copas en botiquines de empresa?

Deepanjali Dalmia sabedora de las circunstancias de su país: India, con más de seiscientos sesenta y seis millones de mujeres, agudizando la visión empresarial ha creado una línea de productos de higiene íntima femenina en la que se utilizan materiales biodegradables y naturales. “La regeneración del mundo en su etapa presente es una cuestión que hay que llevarla como una empresa; y sería tan racional hacer cuentas o escribir facturas en verso, como hacer en verso el trabajo de mejorar el género humano”, recoge uno de los párrafos datado el veintisiete de enero de mil ochocientos cincuenta y cuatro, escrito por John Stuart Mill en su Diario.

“Ni una especie menos ni un grado más”, “Los mares se hartan, nosotros (nosotras) también”, “Vamos de culo con este sistema”, “No queremos un medio ambiente, lo queremos entero”, “Climate justice”, “Somos el animal en peligro de extinguirlo todo”, corean jóvenes de diversas nacionalidades, cada viernes por la tarde en la plaza de la Virgen, chicos y chicas como las alumnas del IES Districte Marítim de Avenida Baleares. ¿Hasta cuándo las tretas ideológicas, paranoias de poder y codicias financieras?

Usos antisistema e inquietudes de sostenibilidad y respeto al resto de especies se multiplican entre una juventud vociferante y acusatoria. ¿Dónde creen que van a ir a parar todas esas personas que devastan el mundo? ¡A la muerte! Aquí todo ser vivo muere y aún falta mucho para que la ciencia perpetúe cualquier existencia.

Retales, hilo, tijeras y patrón de compresa en trabajo de equipo. “La tela de algodón es la que está en contacto con la piel. Una de algodón, una de toalla, una impermeable y una de estampado que da personalidad a las compresas”. Mensualmente se utilizan miles de millones de compresas, copas; compresas y tampones manufacturados convirtiéndose en residuos perdurables. Ana, malagueña y audaz, peinada con coletas de rastas, pespunteando la compresa, compartía su enojo al recordar la manifestación contra la caza llevada a cabo en Barcelona, “En ningún momento se hablaba de los animales cazados”. Neus, con dominio de la aguja por herencia materna expuso: “Soy antiespecista desde hace trece años”; actualmente se encuentra en pleno tour activista que recalará en València tras acabar el periplo por Cataluña e ir a Andorra.

La regla fue tabú durante la dictadura franquista, desde la primera menstruación el secretismo era protocolar, transmitido generacionalmente a la par que aparecía el fantasma del embarazo fuera del matrimonio, por lo que el adoctrinamiento ante tal íncubo era férreo. Toscos paños rectangulares de rizo de algodón sujetos a las bragas mediante imperdibles acompañaban a las adolescentes y jóvenes en sus rutinas. En colegios religiosos la gimnasia se cambiaba por labores o estudio segregando a las menstruantes. Aparatosos pañitos higiénicos se lavaban a hurtadillas, tendiéndolos fuera de cualquier mirada masculina.

“Vosotras de usual ¿Qué usáis? Yo copa desde hace dos años. Si no has tenido relaciones sexuales o penetraciones vaginales, las hay más pequeñitas, de un material más ecológico que no es la silicona”, comentaba la instructora mientras Ana apuntaba sobre tal recurso: “Notas como cuando se descorcha el champagne”. Hoy en día, la regla libre se viene difundiendo, “Notas el flujo, lo aguantas y luego vas al baño; es aprender a conocer tu cuerpo, como funciona”. Natalia mientras cosía se lamentaba: “Hagamos lo que hagamos nos vamos a manchar”.

“¡Amigas, vamos a quedar y vamos a hacer compresas!”.

En el post de Yvelisse Ramírez, la Ecocosmopolita, blogger urbanita; Alicia escribe: “Yo llevo ya un año y pico con las compresas de tela y estoy encantadísima. Al principio pensaba: “buff pero lavarlas a mano debe ser tan desagradable”. No es desagradable lavarlas (al fin y al cabo, es escurrir y enjabonar, no tiene más), sino que, además, son comodísimas y geniales para el medio ambiente”.

Manejos fanáticos exógenos y particulares convierten en espinoso lo natural. Kathryn Harrison, autora estadounidense licenciada en Historia del Arte, en El beso escribe: “me someto al hambre para apartar mi sexualidad de mi madre; no sólo he hecho desaparecer mis senos y mis caderas, también me he quedado sin sangre. Lo que menos puede soportar de mi delgadez es que no tengo menstruaciones”.