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Crisis climática: dar nombres a consellerias es fácil

Hablar de crisis climática es mas fácil que afrontar lo que hacer frente a ella. Primero mitigar el calentamiento global, después adaptarse a él, y finalmente minimizar el sufrimiento que cause. Aunque Trump lo niegue, nadie de nosotros asume lo que puede pasarle al género humano. Ello no ha impedido que el Gobierno del Botànic se haya vestido de los colores más verde que había a mano: añadir al nombre de una Vicepresidencia de Habitatge (que se sabe lo que es) un abstracto «i Arquitectura Bioclimàtica»; a Agricultura (que no admite dudas) se pone en modo multitarea «Desenvolupament Rural, Emergència Climàtica i Transició Ecològica»; definir la de Economía como «sostenible» para luego añadir «Sectors Productius, Comerç i Treball». Si añadimos la florida nomenclatura usada para designar secretarias autonómicas y direcciones generales, el resultado de tanta inmodestia y frivolidad es un conjunto de retruécanos, metonimias y sinécdoques administrativos, que incluso llegan al oxímoron.

El nuevo Consell quiere ser una institución que gestione todas y cada una de nuestras aspiraciones, deseos y necesidades. Que luego no pueda financiarlas parece un detalle menor, en tanto en cuanto la nómina de políticos que vayan a ocupar los nuevos cargos no deje de crecer. Cuando alguien modestamente se atreve a proponer una reformulación de las competencias transferidas a la comunidades autónomas, se siente estúpido.

Aunque todo parezca izquierda avanzada, hace mucho tiempo que en Europa la crisis climática ha dejado de ser ideológica. Frente al calentamiento, bancos e inversores institucionales hacen grandes esfuerzos para evaluar su impacto. Manejan dos tipos de riesgos: 1) el riesgo físico -clima inclemente, subida del nivel mar, etcétera- para lo que cuentan con instrumentos e indicadores tanto para evaluar cada uno de ellos, como para anticipar efectos; 2) riesgos de transición, es decir, riesgos (para las empresas que dependen del ciclo del carbono) y oportunidades (para las empresas consideradas verdes). Son dos temas totalmente dependientes de las políticas climáticas de los Estados. Las finanzas no tienen realmente autonomía en esta área: evolucionarán en paralelo con lo que los Estados hagan. Hablamos de anuncios creíbles y de prácticas políticas inequívocas, no de simples nombres de entes administrativos, propios del postureo al uso.

A pesar de las esperanzas de los grupos ecologistas es poco probable que la estigmatización pública de las empresas emisoras de carbono por parte de las ONG, o de gobiernos regionales tenga éxito en cambiar masivamente los comportamientos, ya que se rigen por oportunidades de beneficios. Pueden existir algunos casos icónicos, especialmente cuando el proyecto empresarial involucre otros daños que no sean solamente sobre el efecto invernadero, como la devastación local del territorio que se nota de forma más inmediata, pero poco más si no se entra en una gran disciplina mundial. Después de que la mayoría hubiera negado la necesidad de actuar, las compañías petrolíferas y gasísticas se están preparando para la transición, pero si no se las presiona desde poderes multinacionales van a remolonear durante demasiado tiempo. En términos de transición energética sabemos perfectamente qué hacer y cómo deben hacerlo los Estados. Sin embargo, éstos no saben cómo conseguir que estas nuevas reglas vayan a ser aceptadas por la totalidad de la población.

Volviendo al Consell y a las supuestas sensibilidades que en estos temas proclama Podemos, recordar y reconocer que el Podemos original sí tuvo la audacia de plantear el decrecimiento (en términos de PIB) como principal y desagradable herramienta para luchar contra la crisis climática. En julio de 2014, varios de sus fundadores (Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero...) firmaron el manifiesto promovido por activistas ambientales Última llamada, inspirado por el movimiento para el decrecimiento. «Estamos atrapados en la dinámica perversa de una civilización que, si no crece, no funciona y, si se desarrolla, destruye las fuentes naturales que lo hacen posible». Su objetivo era promover «un debate amplio y transversal sobre los límites del crecimiento. Un debate que siguen esperando los activistas españoles y del que nada dice el Consell vestido de verde».

Desafortunadamente, el interés de Podemos en la decrecimiento solo duró unos meses. En el otoño de 2014, los líderes de Podemos confiaron a dos economistas antiglobalización -Viçenc Navarro y Juan Torre López- la redacción de su programa económico. La propuesta fue una simple predica neokeynesiana que incluía una política de estímulo basada en la inversión pública. En los partidarios de la lucha climática por medio del decrecimiento, la decepción fue grande. En el trabajo colectivo posterior Hasta luego Pablo se resumía ya la crítica de la falta de valor de Podemos: «El partido parece consciente de la finitud de los recursos naturales y de que el declive no es una posición ideológica sino el sentido común, pero optó por adoptar un modelo que aboga por una redistribución del capitalismo y el crecimiento, sin cuestionarlos».

Pragmático, Iglesias estimó en diciembre de 2016 que «los compañeros que hablan de decrecer tienen razón, pero las dificultades objetivas para crear un movimiento político supranacional, aunque sea indispensable, hacen que sean las cuestiones locales las que determinen el debate y agenda. Pero desde la crisis de 2008, el tema principal ha sido el desempleo. En España, con millones de personas que han estado desempleadas y millones por debajo de la línea de pobreza, hablar sobre el consumo excesivo no tenía sentido». Ninguna originalidad en el razonamiento, ya que unas de las personas que escribió cuarenta años antes el primer aviso sobre el tema, por encargo del Club de Roma, ya adelantó que no concebía la existencia de un partido que quisiera ganar una elecciones proponiendo el decrecimiento para salvar al planeta.

La pregunta era: ¿Podemos apostar por el declive cuando estamos solos en el tablero político para hacer esta apuesta? El radical Podemos se rindió pero aquí están los floridos nombres de su acceso al Consell.

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