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Matías Vallés

Al azar

Matías Vallés

Barrionuevo y Rato, ministros

Es fácil coincidir en que Podemos no merece entrar en el Gobierno de la Nación. Desde cuándo los votos conceden crédito suficiente para desatender principios elementales de la convivencia, que implicarían además la inclusión de señores con coleta en el listado de retratos oficiales. Y si la incorporación de los antisistema resulta indeseable a priori, el rechazo se consolida al comparar los ministrables que propondría Pablo Iglesias con la egregia lista de los altos cargos con cartera.

Hablar de ministros democráticos equivale a pensar en Barrionuevo, óptimo para el cargo pese al traspié puntual de su participación en el secuestro de un ciudadano libre de toda sospecha. Nadie ha clamado jamás contra el ministerio de Jaume Matas, medioambientalista idóneo pese a acumular más condenas de las que es capaz de recordar. Hay algo en la elegancia y el porte de Zaplana que obliga prácticamente a nombrarlo ministro, aunque una jueza insista en que le ha rastreado dinero suficiente para preguntarse a qué otra cosa se dedicaba aparte de enriquecerse. Y ningún cargo de Podemos cumpliría con el deber elemental de condecorar a la Santísima Virgen de los Dolores, omisión solventada por Jorge Fernández Díaz en los entreactos de su policía patriótica.

Iglesias va más allá en su insolencia, y aspira a vicepresidente del Gobierno. Sí, señores, desea mancillar una dignidad que cuenta entre sus ocupantes con el gran Rodrigo Rato. Huelgan comparaciones. En especial porque Pedro Sánchez configuró un gabinete impoluto, donde una multa de tráfico implicaba el apeamiento del gabinete. Salvo por la remasterizada Carmen Montón, pobre. O por Màxim Huerta, rico. Y así hasta que el presidente avisó de que dejaría de destituir a ministros con empresas paralelas o que le hubieran confiado secretos de Estado a Villarejo. Decididamente, Podemos no está a la altura.

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