Resulta curioso que tras décadas de no hacer ningún caso, ahora las instituciones y los medios de comunicación asuman con total normalidad la idea de «emergencia climática». Claro, si no se hace nada ante un problema, al cabo de un tiempo se acrecienta y se hace urgente.

Durante demasiado tiempo uno de los principales retos de nuestra época, el calentamiento global, no se ha tomado en serio. De hecho no han sido los discursos científicos, sino una joven colegiala concienciada, la que más repercusión mediática ha tenido. Por desgracia sigue primando lo espectacular y atípico frente al discurso de los expertos y la movilización de los grupos ambientalistas. Sin embargo la sociedad se sigue organizando, y a través de nuevos modelos: Rebelión contra la extinción y Fridays for future no son grupos ecologistas clásicos, sino jóvenes de perfiles muy diversos que se van dando cuenta del futuro que les espera.

De ahí la idea de la emergencia. Pero recordemos que los mismos políticos que ahora priorizan la lucha contra el cambio climático, hace poco más de 3 años, en las anteriores elecciones, ni siquiera lo incluían como tema de debate. Qué poca seriedad política, dado que la información sobre el aumento de temperaturas y las primeras modelizaciones las tenemos desde hace decenios.

De hecho las previsiones no sólo se están cumpliendo, sino que coinciden con los peores escenarios. Siguen batiéndose récords de temperatura en numerosas ciudades y comunidades, incluidos los de noches tropicales y olas de calor, que siguen cobrándose víctimas mortales. AEMET afirma que dichas temperaturas excepcionales veraniegas, que antes se daban cada cinco años, ahora se producen cada dos.

Algunos ayuntamientos, universidades y otras instituciones han decidido sumarse a la declaración de emergencia climática. Pero ¿qué significa eso? ¿un gesto para la galería, como se suele hacer cuando un tema se pone de moda, o es algo más? Entiendo que de momento sólo un gesto, si bien ya implica el reconocimiento de la gravedad del problema, que es un primer paso. Pero lo más importante deben ser los pasos siguientes, que no son tan fáciles, pues implica pasar de las palabras a los hechos.

Hay varios frentes abiertos para combatir el cambio climático: el principal es trabajar por su minimización, transformando radicalmente nuestro modelo de movilidad y la dependencia de los combustibles fósiles; el segundo, adaptarnos lo mejor posible a las consecuencias tanto excepcionales como progresivas de este incremento de las temperaturas, a nivel de salud, de la economía y de las condiciones ecosistémicas.

Afrontando todo ello como una prioridad absoluta, y no sólo política, sino creando sinergias entre todos los actores sociales, como ante cualquier emergencia global mantenida y acrecentada a lo largo del tiempo.