Además del capital físico, científico y tecnológico, humano y social, se hace cada vez más evidente la necesidad de contar con otras formas de capital intangible. No solo la I+D, el software y las bases de datos, también el talento es un factor determinante de la prosperidad de un territorio. El talento es difícil de definir y, por lo tanto, también de medir.

Sin embargo, todos sabemos que ser talentoso significa ser el mejor en su campo, destacar por alguna razón innata o adquirida a base de entrenamiento físico o intelectual. En términos coloquiales, «ser un fuera de serie». Junto con el talento individual se habla también del talento de las organizaciones, aquellas que saben gestionar el talento de las personas y que les permiten desplegar sus capacidades, sin frustrar sus aspiraciones ni comprometer sus objetivos. La tercera dimensión del talento lo vincula a las características de un territorio concreto, una región o una ciudad, por ejemplo, capaz de generar, atraer, potenciar, retener y explotar el talento de personas, empresas y organizaciones.

Como el talento atrae al talento, los territorios compiten entre sí por reunir las características necesarias para iniciarse en el círculo virtuoso que conduce al desarrollo y a la prosperidad. El talento contribuye a generar bienestar que, a su vez, atrae más talento, retroalimentándose como si se tratara de una reacción en cadena.

La pasada semana se presentó en València un trabajo realizado por la Fundación COTEC y el Ivie, que replica para las comunidades autónomas españolas un índice sintético que recoge las características de un territorio que lo hacen particularmente atractivo para cultivar el talento. Dicho índice de referencia lo elabora el INSEAD (Fontainebleau, Francia), una de las escuelas de negocios más prestigiosas del mundo, para un total de 119 países. En él, España aparece en el entorno del puesto 30, lugar que se corresponde casi exactamente con el de su renta por habitante. El objetivo del estudio era conocer la foto fija del ranking de las 17 comunidades autónomas en materia de talento.

El índice considera, entre otros aspectos, el grado de apertura de una comunidad autónoma hacia la incorporación de nuevo talento procedente del interior o del exterior de la misma; su capacidad para retener a las personas, empresas y organizaciones con más proyección; el desempeño en la gestión de lo excepcional y el conocimiento y su éxito en la generación de prosperidad; o que favorezca la incorporación de la mujer a puestos destacados dentro de las empresas y las remunere de acuerdo con los mismos criterios que a los varones. Un territorio que responda a esas características debería tener capacidad para conseguir atraer a los mejores estudiantes a sus centros formativos; captar en sus universidades y centros de investigación a los profesores e investigadores con mayores capacidades demostradas en el mercado internacional; ofrecer una trayectoria profesional atractiva a los mejores directivos y técnicos, por mayores oportunidades para cambiar de empresa o ascender en la propia por propios méritos; conseguir que los fondos de inversión internacionales se interesen por los proyectos que se realizan en él; o conseguir la presencia de artistas universales que aumenten el interés por residir en su territorio.

De acuerdo con los resultados del estudio, en España se identifican tres grupos de comunidades autónomas ordenadas por su nivel de talento. El mejor lo componen Madrid (muy destacada), Navarra, Cataluña y País Vasco. El grupo de las rezagadas se sitúa en la mitad meridional de España, como también sucede con su renta por habitante. En el grupo intermedio figuran comunidades que no sobresalen especialmente en ningún conjunto de variables sobre las que se construye el índice.

En líneas generales se observa una elevada correspondencia entre la capacidad de atraer y retener talento de una región y su PIB por habitante, donde una cosa conduce a la otra, el bienestar genera talento y el talento genera bienestar. El trabajo presenta para cada comunidad autónoma una ficha específica con sus fortalezas y debilidades, que permite apuntar ideas para construir políticas públicas o privadas que aprovechen las primeras y corrijan las segundas.

En el año 2017, fecha a la que se refiere el estudio, la Comunitat Valenciana ocupaba la posición décima del total de 17 comunidades autónomas. Por tanto, quedaría inmersa dentro del grupo intermedio de comunidades autónomas, dos puestos por delante del decimosegundo puesto que ocupa actualmente en términos de PIB per capita. Nuestra comunidad crea talento, si bien presenta dificultades para retenerlo. Muchas personas «vuelan» a otros territorios a buscar oportunidades que aquí no se ofrecen. Sin oponerse a que durante algún tiempo muchos valencianos de talento se marchen a otros lugares, deberíamos ser mucho más sensibles a captar talento del exterior, con la seguridad de que también figurarían oriundos de nuestra comunidad.

Esta posición rezagada en materia de talento que se observa en nuestra comunidad nos debe preocupar y ocupar. Una vez más, se constata que la crisis nos ha afectado más a los valencianos que a la media española -y también europea- y que el proceso de convergencia que se venía observando en años anteriores se ha interrumpido, esperemos que temporalmente. Como destaca el estudio, entre sus causas figura el menor nivel relativo de prestación de algunos servicios públicos que contribuyen a retener y a captar talento del exterior, atribuido a los desequilibrios generados por el actual sistema de financiación autonómica. Toda demora en resolver este problema nos alejaría de la senda de la convergencia y postergaría las mejoras en el bienestar.