Ya advertimos que era de cumplimiento imposible las exigencias de la Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural sobre los niveles de agua de la Albufera en época de cría del arroz. Así lo advertimos en las reuniones previas a la publicación de la Orden 5/2018 de 1 de febrero relativa a la regulación del nivel y comunicación con el mar del parque natural. Se nos hizo caso omiso, restándole importancia con un «no hagais caso; eso ya lo arreglaremos·. Y en la primera cucharada, una mosca.

Nuestra observación no era fruto de capricho alguno: partía de la experiencia de la Junta de Desagüe de la Albufera, avalada por decenas de años de gestión de los niveles del lago, y por tanto los arrozales. Quede claro, por tanto, que no se trata de un juego de mesa, o de despacho cuyo responsable cambia cada cuatro años. Hoy por hoy somos los arroceros los únicos que aportamos un flujo continuo de agua a la laguna. Los arrozales son el filtro verde y caudal ecológico natural de la Albufera, y somos los agricultores de los ocho pueblos fronterizos quienes seguimos dando vida al humedal más importante de la Comunitat Valenciana.

Valga como ejemplo que la mayoría de los 130 hectómetros cúbicos que la Comunidad de Regantes de Sueca utiliza entre mayo y septiembre para el cultivo del arroz acaban en el lago de la Albufera. Una pequeña parte acaba en la Gola del Rei, en el Mareny de Barraquetes. Fuera de ese periodo, la aportación de agua a la Albufera es de unos 7 hectómetros cúbicos mensuales. Esta situación podría mejorarse cuando se lleve a cabo el proyecto para aportar aguas sobrantes de excedentes del río Júcar desde la capital de la Ribera Baixa, utilizando el sistema de riegos de la Comunidad de Regantes de Sueca, para lo cual se está elaborando un protocolo que está sobre la mesa de la Confederación Hidrográfica del Júcar.

Decía que nuestra observación sobre las cotas pretendidas por la administración no responde a capricho alguno. En los meses de mayo y junio podrían ahogar, en muchos puntos, los brotes de arroz recién sembrado. Por otro lado, dentro del propio lago, la presión del agua pone en peligro las motas que protegen los campos que se encuentran por debajo de los niveles de la propia Albufera.

Debe tenerse en cuenta la necesidad de dragar el lago, así como la Carrera de la Reina y la Sequiota, ya que ello facilitaría la circulación del agua y la regeneración del lago. En ese sentido, desde el Ayuntamiento de València, propietario de la laguna, hacen caso omiso cada vez que se habla de reforzar esas motas de protección. Y si hablamos de dragar el lago paulatinamente (hecho que podría sacar a la luz antiguos nacimientos de agua obstruidos por los sedimentos), el concejal de Devesa-Albufera, Sergi Campillo, bien que lo sabe. Con Campillo no hay manera de hablar. Nunca responde al teléfono. Tan sólo whatsapp con la respuesta de Parlarem. ¿Parlarem? Bueno, pues...parlarem.

Otro de los motivos de crítica a la Junta de Desagüe es la de la apertura de compuertas en horas de baño. Sugieren que se abran durante la noche. ¿Qué más quisiéramos si pudiera ser? La compuertas se construyeron para evitar la intrusión marina y, con ella, el agua salada. Sabido es el mar comienza a levantarse poco después del mediodía y es precisamente por la noche cuando embiste con mayor fuerza. Así, dificulta la salida del agua desde los canales y amenaza con la intrusión marina. Sin otro tipo de aportaciones hídricas, queda claro que existe la Albufera porque existe la agricultura. Así pues, no disparen contra los arroceros porque, hoy por hoy y mientras no haya una solución alternativa, de ellos depende este preciado ecosistema que es el parque natural de la Albufera.

Sin otro tipo de aportaciones hídricas, queda claro que existe la Albufera porque existe la agricultura. Así pues, no disparen contra los arroceros porque, hoy por hoy y mientras no haya una solución alternativa, de ellos depende este preciado ecosistema que es el parque natural de la Albufera.