Creo que fue Gabriela Bravo la que no hace mucho sacó a colación (¿a colación?) el falso dilema, tantas veces usado por los liberales de la oposición, entre «calidad sanitaria» y «requisito lingüístico». Es un falso dilema porque son dos cosas distintas, no incompatibles y entre las que no es necesario elegir: mejor la conjunción que la disyunción. Da por supuesto, además, que los «buenos médicos» se irán o no vendrán si se les exige un conocimiento elemental de la lengua, suficiente para entender a sus pacientes y atender sus derechos.

Da por supuesto, también, que los médicos que son competentes en la lengua valenciana están vacunados contra la excelencia médica. En fin: que no se puede ser imbécil en inglés ni sabio en aldeano. Estos liberales (puede que todos los liberales) son la hostia: en el nombre de «su» libertad se niegan el deber propio de un conocimiento imprescindible para la posibilidad de un derecho ajeno; la misma libertad que les da «derecho» a alquilar un vientre para satisfacer un deseo. ¡Oh libertad, mi libertad!

También Carmen Calvo pudo plantear un falso-falso dilema cuando relacionó las declaraciones del Nuncio del Vaticano Fratini y la fiscalidad de la Iglesia católica en España. Dos cosas distintas que planteadas a la vez, en el mismo sitio y momento, se presentan como una disyunción, incluso como una amenaza. Que Fratini dijo una estupidez (y algo más) es cierto. Que la Iglesia no puede quedar exenta del pago de impuestos, también. Parece, sin embargo, que si el nuncio hubiera callado, no hubiéramos hablado de lo otro.

La visibilidad de la mujer es un frente de batalla del feminismo. Que dos mujeres presidan la Comisión Europea y el Banco Central Europeo es, desde la visibilidad, un paso adelante en ese frente lejano. ¡Faltaría más! No se quién es Ursula von der Leyen, pero me provoca el mismo entusiasmo que su predecesor o Margaret Thatcher; lo poco que sé de Christine Lagarde, idéntica alegría que Mario Draghi y Luis de Guindos juntos. Veamos si lo distinto puede no ser idéntico.

Claro que siempre nos quedará (quise decir, nos quedará para siempre), la sensatez humanista y jurídica de la jueza Alessandra Vela y el coraje admirable de la capitana Carola Rackete. ¡Oh Capitana, Mi Capitana!, nuestro espantoso viaje ha terminado, la nave ha salvado todos los escollos, hemos ganado el anhelado premio, próximo está el puerto...Fratini y Salvini, tontos; Alessandra y Carola, listas. ¿Tú qué quieres ser, tonto o listo?