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Hasta los piratas disfrutan cuando distinguen el primer halo del faro. Ni te digo los navegantes novatos. Además de seguridad, las torres de luz son guías universales en la oscuridad. Muchos poetas querrían ser fareros, nada más inspirador que perder la vista en el horizonte con el alborotado oleaje de música de fondo. Pero se acabaron los vigilantes marinos. Los artefactos de navegación digital y el sistema de control autónomo electrónico rompieron el romanticismo de los faros. Sin embargo conservamos entera la atracción hacia ellos, aunque ya no vistan la equipación del Athletic. Seguramente porque son puntos de referencia que nunca nos han mentido. No engañan. No insultan nuestra inteligencia y muchos menos fanfarronean con su puesto. Ha sido tan patético el postureo de los cien mil cargos botánicos (le agradezco a fulanita de tal mi nombramiento...) en las redes, que solo con eso deberían haber sido destituidos al instante. ¿En manos de quién estamos?, preguntan de vez en cuando alguna gente cívica. Pues eso, después de un insólito espectáculo de mercadeo llenan los despachos de militantes del partido que siempre están en espera destino. Da igual que no tenga ni idea que van a gestionar, la nómina pública sirve para el control de cara a no se sabe que lucha orgánica que solo les interesa a ellos. Existe la realidad y la irrealidad política. Luego se quejan que metan a todos en el mismo saco.

La progresía valenciana está utilizando el clientelismo de forma más indecente que los gobiernos de derecha que criticaban. Ha quedado claro su programa, sovietizar la administración. Para ese viaje no hacía falta ningún faro, y menos hacernos creer que el de Alejandría luce en la plaza de Manises. Aquella joya de la arquitectura de la dinastía ptolemaica, que llegó a ser una de las Siete maravillas del mundo, no soportó uno de los más fuertes terremotos del siglo XIV y su magna torre de 134 metros se vino abajo. Torres más altas han caído, como el dicho popular. Hay que coger distancia para observar las calamidades que se avecinan, por eso he reservado plaza en la torre de Cap Barbaria.

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