«Com una fita ciutadana,/ple de serena joventut,/el campanar guaita la Plana/somniant camins de plenitud».

Bernat Artola, Castelló, 1904-1958

Las elecciones de 28 de abril y 26 de mayo han abierto la caja de Pandora al destapar las distintas modalidades de oposición canalla, entre partidos y entre facciones internas dentro de cada formación política. Se inicia la legislatura envuelta en confusión institucional. Dos frentes, uno municipal y otro autonómico: la Carta de Capitalidad y régimen de funcionamiento interno municipal para la ciudad de València -Barcelona y Madrid la tienen desde 1998 y 2006-. Siempre la financiación imprescindible y justa, cuya reclamación para la Generalitat ha levantado Joan Baldoví. Con el único escaño de representación estrictamente valenciana en el Congreso de los Diputados.

Comarcas. La reivindicación que se percibe desde el Sènia al Segura: la pendiente comarcalización del País Valenciano que permitiría ordenar, organizar y sistematizar el territorio de acuerdo con criterios coherentes, reconocibles y eficaces. València, capital en ejercicio y por mandato legal de la Comunitat Valenciana. Noticia decepcionante: las desfasadas diputaciones provinciales levantan el vuelo sin haber reconducido sus funciones y misión, en línea con los requerimientos del Estado autonómico. Un nivel, el provincial: jacobino, artificioso, incoherente y nada operativo. Todos dicen que quieren hacer algo, pero nadie se atreve.

Modernidad. En estas horas de interinidad, cuando, la vitalidad del sistema político basado en los municipios y las autonomías, con el Estado central consolidado como superestructura, la realidad pública se encuentra inmersa en un vaivén que impide afrontar -bajo el signo de la modernidad- los retos acuciantes de los valencianos para el siglo XXI. Sin cerrar el acuerdo de gobierno municipal para el cap i casal y pendientes de la asignación definitiva de competencias en régimen de ineficiente «mestizaje», el nuevo -por viejo- Consell se adentra en la procelosa época estival, sin las responsabilidades adjudicadas. Más preocupante, sin las ideas claras de por dónde se ha de intervenir en la realidad autonómica de la Comunitat Valenciana.

Espolear. A la vista de los logros del anterior período legislativo, con notables deberes por hacer, se vislumbra una esperanza: la presencia de savia renovada en la Generalitat de Ximo Puig-2019. La irrupción del hombre fuerte del PSOE en la CV, Arcadi España, conseller de Territorio y Obras Públicas, con capacidad para conducir el Govern por sendas renovadas y conocimiento de causa. La reubicación de Mónica Oltra, y su parte de Consell, continuista y poco sugerente, para quedar en segundo plano. Será la espuela del nuevo vicepresidente, Rubén Martínez Dalmau, de Unidas Podemos, la que despertará del sopor a Compromís en el Consell y las Corts, ante la disyuntiva: recuperar iniciativa o caer en declive.

Miseria. De los niveles básicos de actuación política -municipal, autonómico, español y el europeo- Compromís ha perdido el del Parlamento Europeo, donde no ha accedido su candidato Jordi Sebastià, valor al alza. En la pendiente pedrea de cargos autonómicos que escandaliza a la oposición -en su papel- y al periodismo carroñero, no inquieta el número de responsables de la gestión ni su remuneración, sino la cantidad de personajes y paniaguados ineficientes, cuyo único mérito es ser elegido por ir en una lista por chaquetear. En la empresa privada, donde también hay envidias y celos, los sueldos dependen del rendimiento de expertos y técnicos. ¿Cuántos políticos tendrían que cesar por inútiles? Nada más falta que se prescinda de los válidos, porque hay que pagarles lo que se ganan, para sustituirlos por ignorantes e incompetentes. El número de empleados y el sueldo alarma menos que la inutilidad de los agraciados, cuando se priman sectarismos y endogamias.

Estrategia. La estrategia del PSPV ha acertado con la conquista del dilatado aparato de presidencia de la Generalitat, que lidera Ximo Puig. Los socialistas han conseguido su objetivo al promocionar a Enric Morera en la presidencia de las Corts. Más vale uno de Compromís conocido que otro displicente. La adjudicación de la segunda vicepresidencia a Rubén Martínez Dalmau, en detrimento de la visibilidad de la vicepresidenta, Mónica Oltra, deja a Compromís en inferioridad de condiciones. La conselleria de Vivenda, podría ser un fiasco. No pierdan el tiempo: los precios de los alquileres suben porque crecen los costes, cargas e impuestos que inciden en la vivienda, incrementados por los gastos de comunidad y los suministros de electricidad, agua y gas, cuyas facturas son un atentado contra el bienestar, por su composición y cuantía.

A destacar las cargas -en el rango delictivo- motivadas por corrupción, malversación, cohecho y la administración dolosa del Partido Popular, cuya herencia pagarán durante décadas los ciudadanos. Sin que nadie asuma responsabilidad ni vaya a la cárcel por su mala gestión. Abochorna la verborrea neurótica de Francisco Camps y el exhibicionismo provocador de Eduardo Zaplana, paseando por la playa sin rubor. València ha de ejercer de capital, con plena autonomía y jurisdicción. Al modo que tienen reconocido las principales ciudades europeas con rango federal. Sin fantoches ni personajes en el lado oscuro del hampa.