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Gobernar es (más) difícil

Mientras corre el reloj hacia la sesión de investidura, se suceden las reuniones entre líderes de partidos sin que se vislumbre una mayoría que permita ratificar al presidente del Gobierno en funciones, el socialista Pedro Sánchez, lo que aumenta las opciones de repetir los comicios legislativos, el próximo 10 de noviembre.

En medio del hastío de los electores, crece en la opinión publicada la indignación por la "falta de respeto a los votantes" y la "necesidad de hacer algo para evitar el bloqueo político" (como reformar el artículo 99 de la Constitución y cambiar el sistema de elección del presidente).

Pero las cosas no son tan sencillas. Ocurre que tanto en el Congreso de los Diputados, como en las autonomías (o fuera de nuestras fronteras) es más complicado articular mayorías sólidas. Y es así porque, como consecuencia de la crisis de 2008, las sociedades se han fragmentado y se han polarizado hacia los extremos, lo que hace difícil materializar cualquier gobernabilidad.

Solo hay que ver el show de la Comunidad de Madrid (con una opción como Vox, de extrema derecha, condicionando la formación de gobierno); lo que sucede en Cataluña desde hace más de un año (con parlamentarios elegidos, pero que no pueden tomar posesión del escaño y con un presidente que se autodefine como vicario del real) o lo que pasa en la Unión Europea (donde la candidata a presidir la Comisión, Ursula von der Leyen, no dispone de apoyos claros ante su inminente ratificación en el Parlamento Europeo).

Lo que hace falta no son nuevas leyes ni reglamentos, sino que los actores políticos se acomoden a esta nueva realidad, que requiere de pactos elaborados y difíciles, porque los tiempos de las mayorías claras y de los bipartidismos no volverán. Igual que el bienestar previo a la crisis: ambos procesos están conectados.

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