Con frecuencia se suele afirmar que los que no conocen la historia están condenados a repetirla. Con todo, la ignorancia puede ser una explicación plausible, incluso una justificación de los errores que cometen las personas o las sociedades. ¿Pero, se puede justificar que los que conocen la historia próxima, de la que han sido protagonistas, se empeñen en seguir repitiéndola?

Los acontecimientos se suceden con tanta rapidez que lo que sucedió hace poco más de tres años aparece en la memoria de los ciudadanos un tanto borroso. De manera que debemos hacer un pequeño esfuerzo para recordar, de manera sintética, algunas de cosas que sucedieron hace poco más de dos años.

Recordemos que ante la negativa de Rajoy a aceptar la investidura que le proponía el Rey, Pedro Sánchez recibió el encargo de presentarse a la investidura, y para ello se alió con Ciudadanos con el que fue capaz de elaborar un programa de gobierno. Pero las suma de escaños de PSOE y Ciudadanos no era suficiente para que Sánchez fuera investido. No obstante, no había alternativa a la coalición señalada. No se podían alcanzar los 176 votos parlamentarios en una primera votación de investidura, y en una segunda votación, para que Pedro Sánchez hubiera sido investido presidente, hubiera sido suficiente que se abstuvieran los diputados de Podemos o los del Partido Popular. Ninguno de dichos partidos fue capaz de comportarse de acuerdo con los intereses de los españoles. Podemos y Partido Popular practicaron el ¡no es no¡ de principio a fin. Y ese posicionamiento nos llevó a unas segundas elecciones.

En las segundas elecciones el Partido Popular incrementó el número de sus diputados, y el Partido Socialista siguió perdiendo escaños; la derrota más espectacular desde las elecciones generales de 1977. En esta tesitura, Ciudadanos se alió con el Partido Popular, pero la suma de los escaños de uno y otro tampoco servía para obtener la mayoría absoluta en una primera votación de investidura, ni siquiera en una segunda votación. En este caso era imposible que Podemos se abstuviera, porque la gobernabilidad es un concepto que desconocían y desconocen. Pero del PSOE sí se esperaba sentido de estado. Es decir, que se abstuviera en una segunda votación de investidura que permitiera gobernar al Partido Popular apoyado positivamente por Ciudadanos.

El PP pidió con insistencia la abstención del PSOE, lo que no dejaba de ser sorprendente, porque el PP se negó a abstenerse cuando era necesario para que el PSOE pudiera haber gobernado con Ciudadanos. A modo de venganza apareció el ¡no es no! de Sánchez. ¿No les parece sorprendente que el PP reprochara al PSOE la misma conducta que había practicado anteriormente? Finalmente el PSOE, sin Sánchez, se abstuvo y Rajoy gobernó durante cerca de dos años.

Ahora tras las elecciones de 28 de abril de 2019, la extraordinaria habilidad de Pedro Sánchez ha conseguido que el PSOE crezca en escaños, cerca de cuarenta más, y que el PP descienda a los infiernos, con menos de la mitad de los escaños con que contó en la XIIª legislatura. Y la historia vuelve a repetirse. Pedro Sánchez parece haberse olvidado de su ¡no es no! al PP, en una situación parecida a la actual y se extraña de que el PP y también Ciudadanos se instalen en el ¡no es no! A su vez el PP se olvida de que Rajoy gobernó gracias a la abstención del PSOE. Y Ciudadanos se olvida de que pidió la abstención a derecha (PP) y a izquierda (Podemos) en momentos diferentes, para la gobernabilidad del Estado. La amnesia parece que es una enfermedad contagiosa que ha arraigado entre nuestros políticos.

¿Como se puede salir de este embrollo? Si el PSOE acepta salir investido con los votos de Podemos, PNV, ERC, Bildu y Compromís, al negarse a abstenerse PP y Ciudadanos, volveremos al que se ha denominado Gobierno, coalición o pacto Frankenstein, y ya sabemos lo ocurrido con el Gobierno de Pedro Sánchez tras la moción de censura. No deja de ser cierto que Podemos, los independentistas catalanes y los independentistas vascos, entre ellos el PNV, están muy interesados en que Pedro Sánchez se convierta en Presidente del Gobierno con sus respectivos apoyos. Unos y otros, tras la experiencia del Gobierno posterior a la moción de censura, creen que con Sánchez les irá mejor a sus intereses que con cualquiera otra opción. Y de hecho el PSOE está pactando con Podemos, independentistas catalanes y vascos e, incluso, gobernará Navarra con la abstención de Bildu. Y sorprendentemente el PSOE dice no querer depender de los independentistas en el gobierno del Estado. Por su parte el PP y Ciudadanos han conseguido el voto de Vox para gobernar Andalucía o el Ayuntamiento de Madrid.

Si el PSOE rechaza un Gobierno Frankenstein y se repiten las elecciones, probablemente el PSOE incrementará su ventaja sobre el PP y Ciudadanos, y Podemos seguirá perdiendo escaños. Este escenario tiene sus peligros, aunque puede ser muy ventajoso para el PSOE. El giro de Ciudadanos hacia la derecha, abandonando la centralidad originaria desde las elecciones autonómicas andaluzas, se ha incrementado considerablemente. De manera que los electores no pudiendo distinguir al PP de Ciudadanos es muy probable que se inclinen a favor de uno u otro partido, o que se abstengan hartos de tanto personalismo.

Hemos sostenido varias veces que las coaliciones de partidos de la misma familia ideológica suelen conducir a la liquidación de uno de los partidos. Una coalición entre PSOE y Podemos es pronosticable que debilitará a uno de ellos, e incluso a ambos. Si Podemos entra en el Gobierno y capitaliza como pretende los avances sociales que tengan lugar, el PSOE perderá uno de sus estandartes básicos, y sin duda esa será la estrategia que Iglesias utilizaría para sobrevivir. Por el contrario, la coalición entre partidos de diferentes familias ideológicas puede preservar la identidad de los coalicionados, aunque también supone riesgos si toda la política gubernamental se visualiza en uno de los componentes; este sería el caso de la socialdemocracia alemana a punto de su extinción por la capacidad de Merkel de capitalizar todo lo positivo hecho por la Gran coalición.

Los líderes políticos están protagonizando una comedia de las equivocaciones que tiene toda la pinta de que no acabará bien. ¿Es ésta la nueva política? ¿Qué les pasa a los jóvenes políticos españoles? que no parecen querer afrontar los retos de nuestro tiempo.